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Gobernar, no dividir

Es natural que existan diferencias en política, y precisamente para eso existe el Congreso: para deliberar, tramitar y alcanzar acuerdos.

hace 6 horas
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  • Gobernar, no dividir

Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com

El artículo 188 de la Constitución de Colombia dice: “El presidente de la República simboliza la unidad nacional y, al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”. Fijemos la atención en el primer segmento de este artículo: la unidad nacional, un mandato constitucional que el presidente Petro desatiende y, por el contrario, socava con una retórica y con iniciativas que incitan a la división social.

La voz y el ejemplo del presidente de Colombia tienen un peso significativo sobre la agenda pública y el tono del debate nacional. El país ya ha transitado por momentos difíciles y evitables, como lo fue la ficticia división entre “amigos” y “enemigos” de la paz, impulsada por el gobierno Santos en medio del debate del plebiscito para refrendar los acuerdos con las FARC.

De esa innecesaria fractura promovida desde los círculos más altos del poder aún quedan heridas y distanciamientos que pudieron evitarse. Años después, y curiosamente amparado en otra figura legal de participación ciudadana, el actual gobierno pretende dividir al país entre “amigos” y “enemigos” de los trabajadores. Otra ficción, igualmente injusta e inconveniente, en un país que necesita unidad y visiones construidas colectivamente para superar retos urgentes como la inseguridad, la necesidad de crecimiento económico y el diseño de políticas que promuevan la movilidad social. Crear confianza en Colombia es esencual y este tipo de iniciativas sólo la deterioran.

Los pronunciamientos oficiales tras el hundimiento de la consulta popular en el Senado parecieran demostrar que el verdadero interés del gobierno no era la reforma laboral, sino participar en un mecanismo de debate político con fines electorales. Quedó claro que la posibilidad de mejorar las condiciones laborales de los colombianos sigue viva y será discutida en el Congreso, como corresponde, pero la intención de anticipar una campaña política innecesaria y costosa se hundió. Primó la sensatez.

Es natural que existan diferencias en política, y precisamente para eso existe el Congreso: para deliberar, tramitar y alcanzar acuerdos. Lo que no es normal es recurrir a mecanismos de debate electoral para exacerbar los ánimos y crear divisiones ficticias que sólo perjudican el diálogo democrático y la necesidad de trabajar de forma armónica y conjunta.

En este tramo final de su mandato, el presidente debe recordar que juró unir al país, no dividirlo. Lo ocurrido en el Senado demuestra que las instituciones resisten y que cuando se piensa en Colombia, no en la pequeña política, hay esperanza.

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