Muchas cosas han cambiado de ayer a hoy. Diciembre empezaba en diciembre y la Navidad el 7, con la noche de las velitas en honor a la Virgen. El sol salía, hacía calor y en el cielo por las noches brillaban tantas estrellas que parecían compradas en una promoción de San Andresito, más baratas por docena. El aire olía a vacaciones, a buñuelos, a natilla y a marrano matado y chamuscado con helecho, que no era delito.
Nuestro pesebre no tenía iglesias con relojes, automóviles ni cebras, sino unas chozas de cartón tan chiquitas que no cabían José y María. Había un lago con patos que simulábamos con un espejo, porque papel de aluminio de dónde, pues, y al lado de un camino de aserrín, poníamos pastores con sus ovejas, incluso la descarriada, que...