Colombia es tierra de contrastes, sin duda. Y dependiendo de lo que pase cada día hablamos de “este país” o de “nuestro país”. Lo odiamos, lo amamos, lo desahuciamos, lo volvemos a amar... al vaivén de las circunstancias.
Salir de Medellín en medio del tal paro armado, que sí existió, rumbo a un compromiso familiar ineludible, transitar durante dos horas por una carretera tan gris y desolada que hasta la presencia de un solo policía hubiera podido confundirse con un espanto y llegar a un pueblo muerto en vida acorralado por orden de un panfleto que encerró de miedo a sus habitantes, llevó mi esperanza hasta el nivel de las medias taloneras y me dejó el alma como un vidrio de seguridad cuando lo impacta una piedra. Hasta dan ganas de rezar un...