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Hambrientos

y devorados

... Ya están muertos. (Ya qué...).

Cómo dejar de pensar en la última oscuridad del minero. Nosotros, animales de ciudad, no conocemos la sombra absoluta. Ni cubriéndonos los ojos ni escondiéndonos en el último recoveco de un armario, alcanzamos a presentir el negro infinito de un socavón.

He oído soldados atrevidos que confiesan que los ejercicios bajo tierra son los más insoportables. El propósito de esa rutina es claro: controlar el pánico.

Los mineros, exploradores ancestrales de las entrañas de la tierra, están hechos de otra sustancia. En “La Cancha”, bajo más de 20 mil metros cúbicos de agua, lodo y carbón, yacen los buscadores, algunos de ellos perpetuadores de una tradición familiar, un oficio que enaltece a su casta.

La tragedia apenas...

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