El primer gran misterio que enfrenté no fue el de la Santísima Trinidad que me sigue provocando insomnio. Nunca me robó el sueño la fórmula de la relatividad de Einstein: E=mc2.
Con el tiempo he procurado aplicar la receta de la felicidad que le escuché a Antanas Mockus: A (felicidad) = X (trabajar)+Y (jugar)+Z (callarse la boca). Aunque la de Greta Garbo también es certera: Para ser feliz hay que tener buena salud y mala memoria.
Retomo el hilo. El primer misterio que me salió al paso fue el relacionado con la identidad del Niño Dios. Le respiraba en la nuca la ficción sobre los reyes magos.
Creíamos que si el Niño no traía lo que pedíamos el 24 de diciembre, lo harían los reyes, ricos por inercia. De allí que les pusiéramos zapatos detrás de...