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Empleo fugaz

hace 7 horas
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  • Empleo fugaz

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

Cualquier día bajé al anárquico centro de Medellín, me apoltroné en un kiosco de venta de periódicos, compré “la Q’hubo” y me puse a leer noticias de baranda. Tan pronto me senté la vendedora me dijo: Cuídeme un momento que voy a ir al baño. No me dio tiempo de decirle ni que sí, ni quizá, ni que no. Muy surrealista todo. Sin más poesía me dejó al frente del chuzo.

Que a los 80 años cumplidos me ofrezcan trabajo así sea por unos minutos me hizo sentir que estoy vigente. Si hasta me regalaron papelitos para ver cine porno. ¡Aleluya! Mi ego está que baila en una sola pata. Como he sido consumidor de crónica roja, leyendo “Q’hubo” me sentí en mi salsa. Es famoso su crucigrama gigante. Su amplísimo menú de lectura incluye deportes, angeóloga, doña Isabel Goyeneche, y ofertas de empleo. Recordé que la Biblia en muchos episodios del Antiguo Testamento parece un diario sensacionalista. Sin crucigrama.

No me perdía crónica judicial de Don Upo en El Colombiano. Pacho Velásquez tuvo la feliz idea de hacer una antología del cronista que agrupó en un libro titulado “Ya te maté, bien mío. Ahora, qué será de mi vida sin ti” (ediciones Unaula). Belisario Betancur escribió el prólogo. Suelo leer al reverendo azar las crónicas de Don UPO, Alfonso Upegui Orozco, un maestro del género, como el célebre Ximénez, en El Tiempo. Fueron cronistas judiciales los cuatro evangelistas, Truman Capote, Norman Mailer. Me habría gustado cubrir la muerte de Jesús.

En mis años mozos trabajé en el noticiero Panorama, de la extinta Voz de Bogotá, que privilegiaba la crónica roja. Colaboré en el vespertino El Espacio que destilaba amarillismo. Y turbayismo. Cuando no llegaban las predicciones del zodíaco el jefe de redacción me encomendaba escribir el horóscopo. Los astros nunca me rectificaron.

Uno de mis mejores trabajos como cargaladrillos tiene aire de crónica roja. Lo hice la vez (1979) que ametrallaron el avión en que fuimos a Managua a repatriar 89 colombianos que se encontraban hacinados en la embajada. “No sé cómo no estalló el avión en el aire”, comentó el coronel Beltrán, piloto del Hércules de la FAC. Los periodistas a bordo transmitimos la crónica de nuestra propia supervivencia.

Alguna vez conté que recibí una llamada de José Fernández Gómez, director de la revista VEA. Me quería fichar. Aterricé en su oficina con ropa de pontificar. Ingenuote, le pregunté si podía pensar que iba a reducir la cuota de sangre de la publicación.

El chapetón me bajó la caña: “Aquí el que piensa soy yo”. Y señalándome una pintura de la Gioconda que colgaba en la pared con los muñones manando sangre, me dijo: “Quiero sangre, pero con arte”. Me pidió algunas noticias de crónica roja para medirme el aceite. Hice la tarea pero todavía espero la llamada de Er Pepe.

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