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¡Viva la libertad, viva la tauromaquia!

A mí la verdad, los toros no me gustan, como tampoco el balonmano, el curling o peleas de gallos, entre otros entretenimientos... Lo que sí me gusta es la libertad.

hace 5 horas
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  • ¡Viva la libertad, viva la tauromaquia!

Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es

Al gran Andrés Calamaro le va la marcha, como a los buenos rockeros, tipo Bruce Springsteen. Son artistas y el arte tiene mucho que ver con la polémica y la ruptura. Y en estos tiempos donde las minorías secuestran el discurso político y social, un artista debe romper los moldes y sacar las patas del tiesto más que nunca, a riesgo de que las hordas de no binarios, animalistas y demás fariseos se rasguen las vestiduras, saquen las teas ardientes a pasear y se lancen a apedrearle a uno.

Supongo que saben de lo que hablo, pero por si acaso se lo refresco. Calamaro, que podrá caer mejor o peor, pero hace y dice lo que le place desde que su señora madre le trajo al mundo -como Sabina y otros personajes a los que respeto por ello, aunque no sean santos de mi devoción-, Calamaro -decía- salió en un concierto en Cali en defensa de la Fiesta, con mayúsculas, y de “todos los toreros, ganaderos, banderilleros y aficionados que se quedan sin trabajo”, por la prohibición de las corridas de toros de 2024, que entrará en vigor plenamente en 2027. “Votaron por eso, por dejarlos en la calle”, añadió.

Al parecer a una parte nutrida del público del Arena Cañaveralejo -la Plaza de Toros de Cali, donde en diciembre aún hay corridas- no le gustó su defensa de la tauromaquia y se lo hizo saber.

Hasta ahí todo bien. El problema es que ya han salido los chalados de siempre.

Organizaciones antitaurinas y representantes políticos colombianos, lo que aprobaron en el Congreso la prohibición en vez de legislar de verdad, aseguraron que lo que hizo fue una “apología a la tortura”. Como les gustan las etiquetas, les llamo chalados.

La senadora colombiana Esmeralda Hernández, autora de la ley ‘No más olé’, escribió en X: “Ofendiste a quienes dedicamos nuestras vidas a proteger otras formas de vida. Ofendiste la memoria de tu propia música y a la ciudad que te abrió sus puertas”.

Entiendo que la senadora Hernández que dice dedicar su vida a “proteger otras formas de vida” protestará con el mismo énfasis contra el aborto de seres humanos, que lo son porque si no lo fueran ¿para qué practicar abortos? Estoy convencido de ello, porque sería ridículo proteger a una especie que no existiría si no hubiera corridas de toros en vez de proteger vidas humanas.

A mí la verdad, los toros no me gustan, como tampoco el balonmano, el curling o las peleas de gallos, tan populares en México, entre otros entretenimientos. Tampoco me va el boxeo, atávico y olímpico, por cierto. Ni la prostitución ni la pornografía.

Lo que sí me gusta es la libertad.

Una vez fui a los toros. Barrera en la monumental de Las Ventas, en Madrid. El morlaco, que fue a morir a mi vera, me dio pena. Pero he de admitir que hay que ser un superhombre o supermujer para ponerse delante de un bicho de esos. Y hay arte. Dicho lo cual, no aguanté la corrida entera como no soporto el teatro experimental o el arte conceptual y no por eso exijo que se prohíban y los llamo “torturadores”, aunque cerca están.

Yo, que miro al suelo para no pisar hormigas, y saco a los bichos de casa sin aplastarlos, sí me considero un animalista. Por eso defiendo la tauromaquia. Porque en las dehesas, esos toros viven como dios. Hasta que les llega su momento, mucho más digno que un matadero. No me gusta, pero la defiendo. Porque la libertad es lo primero. También la de los histéricos y fariseos.

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