Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J.
Norberto Bobbio en su obra “El futuro de la democracia”, cita a Max Weber, quien en una célebre charla ante universitarios alemanes decía que “la cátedra no es ni para los demagogos ni para los profetas”. La libertad de cátedra hay que analizarla desde tres relaciones: Institución de educación – docente; docente – discente, y sentido de autonomía e independencia del docente consigo mismo.
La libertad de cátedra constituye la razón de ser de la academia. Esta debe ser considerada como un centro de aprendizaje, investigación, innovación y proyección social, valores supremos para la educación, que exigen una garantía política: la libertad. Sin libertad, el pensamiento se cercena, la iniciativa se pierde y el desarrollo social se complica.
Preocupan las recientes noticias originadas en distintas partes del mundo, sobre la forma como ciertos regímenes políticos quieren apropiarse del saber, no para tenerlo como fuente de desarrollo, sino para moldearlo como un instrumento para legitimar el poder. Es un fenómeno, lamentablemente repetido a través de la historia. Persecuciones, limitaciones, desapariciones y muchas otras formas ilícitas, se han utilizado para amordazar, ideologizar y callar la academia. Lo censurable y triste es que este fenómeno se esté reviviendo con cierto ímpetu en estas primeras décadas del siglo 21. El milenio de la ciencia, de la tecnología, de los avances en las comunicaciones, de la universalización del pensamiento y el conocimiento, no parecía ser un campo fértil para este tipo de manifestaciones.
Los regímenes autoritarios de izquierda y derecha, tienen cierta tendencia a desconocer la autonomía e independencia de los docentes en su labor académica propia a los distintos campos del saber. Centros de Investigación que se transforman en escuelas para la formación y deformación de ideologías. Institutos de ciencias filosóficas, jurídicas, sociales y humanas, al servicio de regímenes autoritarios. Textos censurados u ordenados y demás maniobras tendientes a fracturar la libertad de pensamiento.
Las noticias son funestas. Hungría, cuyo parlamento cuenta con una mayoría del partido de derecha Fidesz- Unión Cívica Húngara, con orientación antinmigración, acaba de aprobar una ley, que desconociendo la libertad de cátedra, coloca bajo control de un funcionario del primer ministro, la orientación de 150 grupos de investigación con 5 mil profesionales. Ese mismo parlamento aprobó una ley autorizando al gobierno para clausurar la Universidad Central Europea, de corte liberal. En Turquía el primer ministro, reconocido por su tendencia de extrema derecha, mediante un decreto de emergencia despidió 1.267 profesores.
En América Latina también se han denunciado ataques a la academia y a la libertad de cátedra por parte de regímenes de izquierda. En Bolivia se hacen recortes presupuestales de acuerdo con las orientaciones ideológicas de las Universidades; en Venezuela se ordena el encarcelamiento de docentes por participar en formación de dirigentes regionales opositores; en Nicaragua fueron destituidos los docentes de la Universidad Autónoma Nacional por su apoyo a las protestas estudiantiles.
Para los expertos, la supervivencia de la academia exige mantener una permanente vigilancia sobre el respeto a la libertad de cátedra.