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Detrás de sus palabras hay un grado de imprudencia latente. Lo dicho justifica una delgada línea entre la legítima protesta y la protesta rabiosa y vandálica”.
Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
La definición de prudencia se resume en la capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos o actividades, sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios.
Por miles de razones, en Colombia hay una fascinación por los actos imprudentes y si algo demuestra esa fascinación es el poder, más cuando responde a sesgos que borran cualquier racionalidad.
En otras palabras, la falta de prudencia es gasolina para ese poder que ignora la realidad.
Dos ejemplos.
29 de junio de este año. Por dejar constancia de que opinó, el presidente Gustavo Petro retwitteó un video de una marcha protesta en Nanterre, zona de predominio socialista en París, a raíz de la muerte de un joven afrodescendiente a manos de la policía.
“Esta marcha se presenta porque el Estado mató a un joven negro en Francia. ¿Qué debía pasar en un pais (sic) donde el Estado asesinó a 6.402 jóvenes inocentes? Algo nos pasa porque en vez de manifestarse algunos salen a aplaudir por la muerte. ¿Le dejamos las calle (sic) a quienes aplauden la muerte?”, escribió.
Detrás de sus palabras hay un grado de imprudencia latente. Lo dicho justifica una delgada línea entre la legítima protesta y la protesta rabiosa y vandálica. A hoy, los disturbios en Francia dejan más de 500 edificios dañados, cerca de 100 ataques a gendarmes y policías y más de 2.000 vehículos incendiados. Qué prudente hubiera sido decir simplemente algo como “esta marcha se presenta porque el Estado mató a un joven negro en Francia... Ojalá que sea un fuerte llamado de atención a la sociedad y no se convierta en una barbarie”.
31 de diciembre de 2022. Al filo de la medianoche Petro anunció por Twitter que su Gobierno había acordado un cese al fuego bilateral con cinco grupos armados, entre ellos el Eln. Tres días después, los guerrilleros lo desmintieron. No habían acordado nada.
Simple: el afán propagandístico es inversamente proporcional a la prudencia.
Para tener una dimensión final del nivel de imprudencia atado al poder, piensen en la actitud que tuvo la semana pasada el ministro de Defensa, Iván Velásquez, al hablar de la sargento Ghislaine Karina Ramírez, con sus dos hijos (uno de ellos con autismo) secuestrada por el Eln. El ministro la tachó de imprudente por viajar de Tolemaida a Arauca por tierra, pero si se trata de imprudencias, sus palabras sí que lo fueron, pues basan en la lógica chocante del “es que se lo buscó”.
La oficial no se lo buscó. Ella obedecía ordenes de sus superiores. ¿Será que el ministro pensó en el honor, el juramento el compromiso y la dedicación que ha tenido la sargento Ramírez con la institución como para tildarla de imprudente?
Cada acto imprudente por culpa del poder desmesurado abre las puertas a la indignación, el dolor y en algunas personas alimenta la desazón de país.
¿Será mucho pedir prudencia en la tierra del Sagrado Corazón?