Comienzo aclarando que Trasímaco no es el alias de ningún miembro de aquella “sociedad idílica”, llamada Colombia, en la que predomina la fuerza de las pistolas por encima de la fuerza de las razones. Trasímaco es el nombre que Platón le dio a un personaje que representa la justicia de los poderosos y arbitrarios, quien dice, “lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte”. Trasímaco celebra la injusticia y la identifica con la potencia; un hombre debe hacer lo que puede hacer y se merece todo aquello que consigue.
Esta tesis del más crudo realismo, que Platón refutó en La República, ha sido defendida en nuestra “sociedad idílica” en muchos casos con la fuerza de las armas, pero aunque sus autores puedan autojustificarse con ideas como la de la necesaria autodefensa de sus intereses y vidas, esta idea del merecimiento absoluto por todo lo conseguido, valiéndose de cualquier medio, es profundamente injusta e impide alcanzar una organización más adecuada de la sociedad.
En vez de perseverar en mantener a la sociedad bajo las premisas de la guerra de todos contra todos, lo que se debe plantear aquí y ahora por el gobierno, los partidos, las universidades, la sociedad del Twitter y el Facebook, es: ¿cómo construir una sociedad justa?
Qué principios pueden valer como principios de justicia para establecer qué es lo que a cada uno le corresponde, es algo que ha sido muy disputado en la filosofía política. Los defensores del liberalismo social han dicho que a cada ciudadano se le deben garantizar unos mínimos que son derechos, libertades y bienes sociales. En Colombia, el problema ha sido que estos mínimos no han sido asegurados para todos de manera igual, entre otras razones por la misma corrupción de la élite política y empresarial, como se ha evidenciado con Odebrecht.
Pero hay algo que las ciencias sociales y jurídicas han identificado en nuestra sociedad, y que solamente muy pocos se atreven a desconocer, a saber, la dominación arbitraria. La regla de dominación arbitraria afirma que algunas personas están en una situación de poder sobre otras sin ninguna razón justificable. Un ejemplo está en la tierra que ha sido distribuida históricamente de forma inequitativa, en algunos casos mediante el despojo. ¿Qué razón puede dar un terrateniente a los demás miembros de la sociedad para justificar su autoridad arbitraria? El uso de la violencia como instrumento para impedir una reforma agraria ha expresado lo que denomino dominación arbitraria.
Ante esta situación, la solución no es asegurar derechos, libertades y bienes sociales, como se ha propuesto siguiendo el espíritu liberal de la Constitución. El problema de la justicia no es entonces qué cantidad de bienes requiere cada ser humano en cada sociedad particular, sino quién determina las estructuras de producción y distribución. Por esto, “el primer asunto de la justicia es la cuestión del poder”, escribe Rainer Forst. Dominación es autoridad sin justificación y justicia es la capacidad humana para oponerse a relaciones de autoridad arbitraria.