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Tres razones para no hacer un doctorado

03 de junio de 2025
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  • Tres razones para no hacer un doctorado
  • Tres razones para no hacer un doctorado

Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

A menudo hablo con jóvenes interesados en cursar un doctorado. En muchos detecto lo que llamaría “motivaciones equivocadas”. Hoy quiero hablar sobre eso.

En primer lugar, muchos jóvenes quieren hacer un doctorado como parte de una búsqueda general por prestigio. Su lógica es razonable: En nuestra sociedad, la educación es un símbolo de estatus, y un doctorado, al requerir al menos cuatro años de formación avanzada, pone a quienes lo cursan bastante por encima de la media educativa y debería entonces garantizar un lugar en la cima de la jerarquía social. En América Latina, este fue el caso durante mucho tiempo. Hace apenas unas décadas, los doctores eran una rareza en nuestra región. Además, un doctorado solía ser sinónimo de formación en el exterior y experiencia internacional. Esto los volvía altamente competitivos para ocupar posiciones de liderazgo.

La situación hoy es muy diferente. Aunque el número de doctores en América Latina sigue siendo muy bajo en comparación con los países desarrollados —solo el 0.1% de la población entre 25 y 64 años tiene un doctorado, frente al 1.2% en los países de la OCDE— esta cifra crece rápidamente, a cerca del 6% anual. Además, hoy existen muchas más vías para adquirir experiencia internacional y desarrollar perfiles profesionales competitivos para cargos directivos. Hoy, las grandes organizaciones de la región encuentran mucho más valor en la amplísima oferta de egresados de MBAs, MPAs y otros programas de posgrado con extensas trayectorias internacionales, que en el doctor promedio, quién está principalmente entrenado para ser un investigador.

Otra motivación común entre aquellos aspirando a hacer un doctorado es la creencia de que éste asegura altos ingresos. Esta creencia también está basada en una intuición razonable: Si la educación es una inversión y el doctorado es el grado educativo más alto, seguro hay utilidades muy altas de obtenerlo. Lastimosamente, esto no es preciso. Es cierto que en Latinoamérica los doctores tienen ingresos superiores a la persona promedio y, en muchos casos, mayores que los de otros profesionales con posgrados. Sin embargo, quienes, con trayectorias y experiencia similares, optan por avanzar profesionalmente en su campo en lugar de cursar un doctorado suelen terminar siendo más ricos al final de sus vidas. Hay dos razones principales para esto.

Primero, el costo de oportunidad es alto. Los años dedicados al doctorado, fuera del mercado laboral, coinciden con el período en que las personas usualmente pasan de roles junior a posiciones de dirección media, con aumentos salariales significativos. Esas ganancias salariales se están dejando en la mesa al hacer un doctorado. Pero esta interrupción laboral además reduce los ahorros y las contribuciones tempranas a pensiones, lo cual tiene un impacto particularmente grande en la acumulación de patrimonio de largo plazo. Segundo, en el contexto latinoamericano, la mayoría de los doctores son absorbidos por el sector educativo, que ofrece salarios más bajos que el sector corporativo y enfrenta un estancamiento secular producto de los cambios recientes en la tecnología, las preferencias, y los patrones demográficos. En general, los doctores que conozco no son particularmente ricos.

Finalmente, y esta es quizá la razón más frecuente para hacer un doctorado, y quizá la más equivocada a mi parecer, es pensar que este es un buen camino hacia la erudición. La inmensa mayoría de personas aspiran a un doctorado por una genuina pasión por el conocimiento. Pero un doctorado no se caracteriza por la exploración libre y amplia del saber. El entrenamiento doctoral es, por definición, altamente especializado y disciplinario. En un doctorado no se forma a generalistas con una cultura intelectual diversa, sino a investigadores que participen activamente en las discusiones internas de una disciplina.

Además, las trayectorias profesionales disponibles para los doctores, que en su mayoría siguen vinculadas a la academia, tienden a premiar aún más la especialización. Como resultado, la carrera de un doctor tiende a concentrarlos en aspectos cada vez más específicos del conocimiento. Honestamente, la mayoría de los doctores que yo conozco tiene un conocimiento bastante angosto del mundo.

En resumen, un doctorado implica años de investigación especializada, con un salario modesto y limitado estatus social. Un joven cuyo objetivo es alcanzar prestigio, riqueza o erudición, dispone de caminos con mayor potencial. Para el prestigio, una carrera en medios, redes sociales o política ofrece más visibilidad e influencia. Para la riqueza, avanzar profesionalmente en sectores dinámicos como la tecnología o las finanzas ofrece retornos potenciales bastante más altos. Y quien simplemente disfrute aprender del mundo probablemente encontrará mayor satisfacción en una profesión común y corriente, donde los horarios bien definidos sean la norma y le permitan, entonces, usar el tiempo libre para explorar libremente su curiosidad.

Con esto no quiero decir que cursar un doctorado sea una mala decisión. Al contrario, puede ser una de las experiencias de vida más enriquecedoras si se emprende por las razones correctas. En mi canal de YouTube, esta semana hablaré sobre cuáles considero que son esas razones. Lo que me parece importante es invitar a una reflexión más profunda sobre una decisión que a menudo se toma sin conocer realmente lo que implica un doctorado y las condiciones laborales que enfrentan quienes lo cursan.

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