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Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com
Sí, ojalá todas las elecciones fueran este domingo. Es la primera vez que añoro que las elecciones sean ya, para definir en las urnas lo que realmente pensamos los colombianos. Para dejar sin piso a tantos charlatanes, o para que los charlatanes nos demuestren que el juego es con votos, al costo que sea. Ya veremos de qué pasta está hecha nuestra sociedad.
El calendario electoral del próximo año es nuevamente una gran oportunidad. Las elecciones al Congreso serán el 8 de marzo, mientras que la primera vuelta presidencial será el 31 de mayo, y una posible segunda vuelta, el 21 de junio. (Pleno mundial)
Tenemos tiempo. Tiempo para articular un gran movimiento que privilegie la importancia del Congreso sobre la Presidencia. Lo cual significa que un movimiento masivo de colombianos pueda votar por listas potentes de candidatos que renueven la política con integridad y capacidad.
Como se volvió costumbre medir los gobiernos por sus reformas y no por lo que ejecutan, el Congreso es el notario de turno, con diferentes modalidades de tarifas. La oposición dice a todo que no. Y los que están con el gobierno dicen a todo que sí, saboreando la mermelada recién cocinada. Gobernar no es reformar y claro, siempre será más fácil impulsar reformas con chequera que ejecutar proyectos articulados con método.
Transformar el Congreso con una votación histórica, además, permitirá que pasemos a un segundo sueño: definir las presidenciales en primera vuelta con una demostración mayoritaria y contundente. Ojalá muchos aspirantes dejen de ser candidatos y se conviertan en líderes.
Y ojalá algunos escuchen el mensaje de Jesús Guerrero, quien con ojo clínico advirtió que muchos candidatos eran solo paquetes... y que para eso estaba Servientrega. Los demás —los que no son paquetes— deberían definir pronto sus posibilidades, y considerar que prestarían un gran servicio siendo candidatos al Congreso. Candidatos de derecha, de izquierda o de centro: lo que importa es que tengan carácter y estén dispuestos a unir su destino al del país. Como bien lo dijo el profesor Mauricio Gaona: “Hay un momento en la historia de cada país donde el carácter de sus líderes se une al destino de esa nación. Ese momento ha llegado.”
Un Congreso admirable no se decreta. Se construye con votos, con campañas transparentes, con ciudadanos involucrados, con candidatos potentes y, aunque nos pese, con avales.
Hoy, más que nunca, necesitamos líderes que lleguen al Congreso a prestar un gran servicio público. Hombres y mujeres que entiendan que la política no es una herencia, ni un botín, ni un trampolín, ni mucho menos un negocio.
El próximo Congreso puede ser —de los tres poderes— el que juegue el papel más determinante a partir de 2026, como epicentro de las conversaciones más importantes: ese tan esperado acuerdo nacional que ponga a Colombia a otro nivel. Necesitamos un Congreso que esté al servicio de Colombia. Que no sea ni arrodillado a un gobierno ni opositor por ideología.
El país ganador que soñamos no se logra con likes, se construye con votos. Comencemos hoy sin miedo.