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La vida en cuidados intensivos

Habría que ampliar esta pregunta de Amis, a todos los movimientos que han practicado la máxima según la cual no se pueden hacer cambios y revoluciones sin ejecuciones.

hace 5 horas
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  • La vida en cuidados intensivos

Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com

La frase del ministro de salud “Tenemos en cuidados intensivos a las EPS para que salga la reforma” me hizo recordar dos testimonios históricos que ejemplifican el desprecio por la vida. Es la vida, ministro, la que realmente sigue en cuidados intensivos.

Grete de Francesco formuló un reproche feroz al fascismo y a esos charlatanes –especialmente a Hitler– que codifican a los pueblos con sofismas que se convierten en fanatismos, aniquilan la lógica y duermen la conciencia crítica. La desaparecen. Los fanáticos de los charlatanes se gradúan con honores –embrutecidos– en el espíritu de la única y verdadera secta.

En la secta todos acuden al “templo” a oír lo que quieren oír. Necesitan oír mentiras para luego convertirlas en actos de fe. Lo hacen porque están absolutamente hastiados. Y están dispuestos a todo. Necesitan seguir con toda la ceguera autoimpuesta a sus caudillos, quienes desprecian todo y a todos. A sus seguidores y a sus no seguidores. En 1945, Grete De Francesco fue asesinada por los nazis en un campo de concentración.

Por su parte, Martin Amis, formuló una crítica feroz al comunismo, y especialmente a Koba el Temible. Ojo. No se refería al simio antagonista del Planeta de los Simios, quien tenía un odio visceral hacia los humanos y creía profundamente que los humanos son inherentemente peligrosos y deben ser exterminados. Koba el simio, encarna la venganza sin límites y el extremismo ideológico. Los humanos son enemigos, y su pasado justifica cualquier venganza presente. La verdadera guerra es contra la naturaleza humana.

Bueno, pues Amis, no se refería a ese Koba. Se refería a Stalin. Aunque curiosamente están muy relacionados en su odio a los seres humanos. La crítica de Amis se centra en una reflexión. Por qué mientras el nazismo ha sido “universalmente” condenado, todos los horrores del comunismo no han sido igualmente repudiados. Desde las purgas, las hambrunas provocadas, las crisis autoinfligidas hasta los campos del Gulag, pasan por un filtro suave y complaciente. Son los muertos de los otros. No son importantes y sobre ellos caben todos los chistes y risas.

Habría que ampliar esta pregunta de Amis, a todos los movimientos que han practicado la máxima según la cual no se pueden hacer cambios y revoluciones sin ejecuciones. Quien piense diferente es poseedor de una debilidad intolerable. Por eso, 50.000 muertos en gaza o 420.000 muertos en Ucrania o cualquier cifra fría del pasado de cualquier conflicto liderado por caudillos charlatanes sentados en sus cómodos divanes, tiene toda la justificación. Es para saciar sus ansias de sangre, de conquista, de poder y de venganza, como Koba el simio.

Y mientras todo esto pasa, fanáticos y apáticos somos espectadores de una tragicomedia que luego la historia tratará de entender. El dilema de dejarle esto a la historia, es que el problema no es de ignorancia sino de silencio, de apatía y de alienación.

Por eso, para algunos historiadores, el estado de alienación social es el escenario perfecto para que germinen los peores horrores. Para que la historia se reproduzca de la peor manera. Para que la vida siga en cuidados intensivos.

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