Pico y Placa Medellín
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Ante esta dinámica incendiaria, la postura de Federico Gutiérrez cobra relevancia como un ejemplo claro de “ya no más” frente al uso del insulto.
Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
“No se iguale”, suelen decir para evitar la tentación de responder con la misma moneda. Este consejo acertado quedó claramente reflejado en la postura de Federico Gutiérrez, alcalde de Medellín, quien demostró gran dignidad ante las agresiones verbales ocurridas el viernes pasado mientras acompañaba a su hijo a un partido de fútbol en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. El incidente del viernes, en medio de un ambiente deportivo donde predominan las familias, se vio ensombrecido por un reducido grupo de personas, con rostros cubiertos, que atacaron verbalmente al alcalde y extendieron su hostilidad a otros padres presentes. Según el alcalde, los agresores tenían sesgos políticos e ideológicos y estaban apoyados por personas de la llamada “primera línea”. Este grupo, conocido por su agresividad e intolerancia, ya había marcado momentos clave del paro nacional en 2022. Más allá del asunto puntual, lo ocurrido refleja un problema más profundo: la normalización de la agresión como mecanismo para construir sociedad.
El insulto y la descalificación se han convertido en herramientas para moldear la opinión pública. Según el Trust Barometer de Edelman, una de cada cuatro personas en Colombia considera el activismo hostil como una forma de comportamiento aceptable. Este dato confirma los riesgos detrás de cada palabra incendiaria y resalta el gusto por el insulto, la difamación y los actos de violencia cuyo único propósito es minimizar al contrario y llevarlo a una posición de suma cero. El uso del insulto y la falta de respeto como armas políticas alarma profundamente. Aunque en Colombia ha sido una costumbre lamentable, el presidente Gustavo Petro lo ha llevado a niveles absurdos. Esto se evidencia en el uso de calificativos despectivos y dolorosos que promueven la idea de que el oponente merece únicamente el escarnio.
En marzo de este año, Petro calificó a los alcaldes que no apoyaron su convocatoria a un día cívico como “alcaldes de la miseria”. Además, ha utilizado términos como “nazis” para referirse a ciertas personas, una palabra que conlleva una carga histórica y emocional única por su asociación con la barbarie. Investigaciones académicas señalan que el respeto es una herramienta esencial para la construcción de cohesión social. El respeto mutuo facilita la creación de vínculos pacíficos, incluso en entornos violentos, mientras que su ausencia genera desconfianza y desintegración del tejido social. Esto contrasta con lo que promulga el gobierno y sus seguidores.
A pesar de las expectativas de que Petro adoptara un tono conciliador, su constante radicalización y falta de respeto hacia los demás fomentan el uso del agravio como forma de ataque para mantener el poder. Esta actitud destructiva resulta especialmente peligrosa en un contexto donde los días venideros parecen cada vez más complejos. Ante esta dinámica incendiaria, la postura de Federico Gutiérrez cobra relevancia como un ejemplo claro de “ya no más” frente al uso del insulto. Su respuesta, sensata y con altura, representa una resistencia firme ante la provocación y la intimidación demagógica.
Lejos de ser ingenua, la elección por el respeto es una postura sólida que evita igualarse frente al insulto. Esta actitud contiene el daño potencial que buscan causar quienes recurren a la agresión verbal, evitando encender tensiones innecesarias en el país.