Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com
La antigua división entre izquierda y derecha en materia de ideas y acciones políticas es tan elemental y simplista como la predicación de un simpático y respetable sacerdote en defensa de la derecha por la sencilla razón de que todo es preferible “al derecho”. El insólito y risible fragmento de su homilía salió en Facebook. En toda la historia de las ideas ha habido polarización, desde Caín y Abel, por ejemplo. Después fueron los güelfos y los gibelinos del siglo doce cuando se enfrentaban los partidarios del poder pontificio y los del monárquico. Mucho más adelante, con la Revolución Francesa se dividieron girondinos y jacobinos. Nunca ha faltado la oposición mayor o menor entre dos polos. En este país es muy larga la lista. La más visible es la de izquierda y derecha, tan arbitraria como inútil y dañina.
Lo más razonable es buscar la conciliación en el sapiente y muy difícil justo medio, que por lo general se reduce a la propuesta de un centro, parecido al del lema de “ni Moscú ni Washington, Colombia”, que repetíamos con un movimiento juvenil de los sesentas en el siglo pasado y que terminó por refugiarse en las toldas protectoras de la doctrina pontificia y la semi utopía colombiana del Partido Social Demócrata Cristiano. Ni izquierda ni derecha, ni derecha ni izquierda. Ambas son creaciones de la imaginación y la beligerancia de todos los enconados antagonistas políticos de la época actual. Unos y otros se sienten dueños y señores de la inteligencia, la moral y las buenas costumbres y el derecho a ganar el poder para hacer y deshacer con la sociedad y las instituciones y excluir a los opuestos.
Tal vez la apatía ciudadana ante la política sea también efecto de la reticencia a escoger una de las dos opciones, la de izquierda o la de la derecha y no admitir una suerte de ambidextrismo que facilite una actitud de independencia y distancia crítica y la opción de lo bueno y lo malo, lo pertinente y lo impertinente, lo útil y lo inútil de los dos polos y de todas las demás tendencias, ideas o posibilidades de elección. La libertad de pensamiento no puede estar limitada a un lado o al otro, a un extremo o al otro. El ciudadano tiene que hacer valer su derecho a pensar como quiera, a decidir como quiera, gracias a sus particulares convicciones. Lo contrario es someterlo a una tiranía. Puede[P1] que se escandalicen algunos amigos lectores con lo que voy a decirles, en virtud de la vía perspectivista, quizás recomendada por Ortega y Gasset y sus discípulos. Es que recuerdo, a propósito, lo que proponía el nunca bien entendido y siempre tergiversado fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, cuando rechazaba el fascismo y sostenía que su partido no era de izquierda ni de derecha. Sobre todo porque es una insensatez o un chiste escudarse en lo derecho. Así no hay derecho.