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Defensa de las instituciones por las instituciones

Como reacción natural y cultural, surgen en el gobierno central una serie de caudillos dispuestos a declarar guerras a muerte, porque, como lo dijo el propio Bolívar, quien no está conmigo, está contra mí.

hace 5 horas
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  • Defensa de las instituciones por las instituciones

Por Luis Fernando Álvarez Jaramillo - lfalvarezj@gmail.com

El sistema presidencialista extremo puede conducir a un presidencialismo que a su vez puede presentarse con varios matices, desde el denominado presidencialismo institucional practicado por el presidente Trump en los Estados Unidos hasta un presidencialismo extremo desinstitucionalizado, caracterizado, como su nombre lo indica, por el desconocimiento e irrespeto por las instituciones, como puede estar ocurriendo en regímenes autoritarios como los de Venezuela y Nicaragua

En general los gobiernos latinoamericanos, por el modelo de Estado y de Gobierno, están en mayor o menor grado, en peligro de ser afectados por un presidencialismo contrario al orden constitucional, o un presidencialismo organizado como tal, por una constitución expedida bajo el amparo y orientación de un régimen autoritario, como sucedió con Venezuela.

El tema no es nuevo, pues desde los albores de la República, con la derrota más o menos notoria y total de los españoles, portugueses y demás regímenes coloniales, surgió un movimiento de independencia que no representó la totalidad de la población sino una parte de ella, que como es apenas lógico, ejerció el poder con una alto grado de inestabilidad e incertidumbre, precisamente porque parte del pueblo se sintió ajena y no representada por los denominados libertadores.

La falta de una verdadera democracia que representara al universo de la población, estuvo al origen de una especie de descontento por parte de importantes sectores ciudadanos, algunos, porque consideraban que no era posible hablar de independencia, reconociendo la autoridad legítima del monarca; otros, por dentro de la compleja estructura geográfica, porque consideraban que los movimientos y los nacientes centros de poder, no tenían ningún sentido diferente al de una especie de monarquía camuflada contra la cual había que reaccionar, reemplazando las guerras contra el centro monárquico europeo, por una serie de confrontaciones entre distintas facciones de la población: Centralistas contra descentralistas o federalistas, realistas contra criollos, patriotas contra llaneros, etc.

Asimismo, como reacción natural y cultural, surgen en el gobierno central una serie de caudillos dispuestos a declarar guerras a muerte, porque, como lo dijo el propio Bolívar, quien no está conmigo, está contra mí. La falta de unidad nacional y de una clase dirigente con real vocación de poder nacional, llevó a los gobernantes a armarse para gobernar por las armas en lugar de hacerlo con las instituciones y a los opositores a organizar verdaderos ejércitos para combatir a las instituciones representadas por los gobernantes autoritarios del momento.

El esquema parece repetirse de distintas maneras, pero por suerte, salvo algunos desafortunados ejemplos, el autoritarismo, propio de un presidencialismo abusivo, debe ser controlado por las demás estructuras y esferas superiores del poder. En especial la gran responsabilidad por la defensa institucional del estado social de derecho recae en el congreso, en los jueces de la república en sus diferentes instancias, en los órganos de control y en las estructuras territoriales. El trabajo de estas, con la ayuda real de la sociedad civil, son el camino adecuado para la defensa de las instituciones.

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