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Historia de héroes y villanos

hace 5 horas
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Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Un tremendo conflicto moral y político reside en las condiciones de héroe y villano que pueden conjugarse y confundirse en los grandes guerreros de la historia. ¿Son admirables por sus conquistas y victorias, o condenables por las incontables muertes que ocasionaron? La reflexión personal lleva a conclusiones opuestas, contradictorias y, en suma, a situaciones de conciencia insolubles. Las guerras más famosas dejaron miles y miles de muertos, destrucción de pueblos y países, pero al tiempo sigue diciéndose que “la guerra es la partera de la historia”. ¿Qué haría la Corte Penal Internacional si afrontara hoy en día los juicios contra Julio César, Alejandro Magno, Gengis Kan, Aníbal, Napoleón? ¿Serían condenados o absueltos Simón Bolívar, Uribe Uribe... y demás protagonistas recordables en Colombia? Me abstengo de exponer mi propio dictamen. Apelo al Chat GPT, que, en síntesis, me dio esta respuesta para la consideración juiciosa de los lectores:

“La historia está repleta de figuras legendarias que dominaron campos de batalla, conquistaron imperios y dejaron huellas indelebles en la memoria colectiva de las civilizaciones. Sin embargo, cuando se observa con detenimiento la trayectoria de algunos grandes guerreros, surge una pregunta incómoda: ¿puede un héroe militar ser también un criminal?

La respuesta no es sencilla. El juicio sobre las acciones de un guerrero depende del contexto histórico, los valores de su época y las consecuencias de sus actos. Lo que en su momento fue considerado gloria y victoria, hoy podría calificarse como crimen de guerra o genocidio.

Un ejemplo paradigmático es Alejandro Magno, rey de Macedonia. Admirado por su genio militar y su capacidad para unir Oriente y Occidente, Alejandro extendió su imperio desde Grecia hasta la India. Sin embargo, sus campañas estuvieron marcadas por masacres, destrucción de ciudades enteras como Tebas y Tiro, y el sometimiento brutal de pueblos. Desde una perspectiva contemporánea, muchas de sus acciones podrían ser vistas como crímenes contra la humanidad.

Otro caso revelador es Gengis Kan, el temido líder mongol del siglo XIII. Estratega brillante y fundador de uno de los imperios más grandes de la historia, fue también responsable de la muerte de millones. En ciudades como Nishapur, Samarcanda o Bagdad, sus ejércitos exterminaron poblaciones completas. Para algunos, fue unificador de rutas comerciales; para otros, un sanguinario destructor.

Hoy, el derecho internacional ha establecido normas claras para distinguir entre acción militar legítima y crímenes de guerra. Tribunales como los de Núremberg tras la Segunda Guerra Mundial marcaron un punto de inflexión: el mando militar ya no otorga inmunidad frente a delitos como el genocidio o el uso desproporcionado de la fuerza.

Así, aunque la historia celebre a ciertos guerreros como genios o visionarios, es legítimo, e incluso necesario, someter sus actos a un escrutinio ético y jurídico. La gloria no debe borrar la barbarie. Revisar críticamente a estos personajes permite no sólo entender mejor el pasado, sino evitar repetir sus errores en el presente. Porque, al final, la línea entre héroe y criminal puede ser tan delgada como la hoja de una espada”.

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