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Ninguna fiesta mediática

hace 1 hora
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  • Ninguna fiesta mediática

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Es probable que para algunos líderes de medios radioperiodísticos, si acaso dos o tres, el amenazante despliegue de fuerzas marítimas de Estados Unidos que van avanzando hacia Venezuela parezca el preámbulo de la caída, no se sabe cómo, del dictador Maduro, y que sea necesario prepararse para un festival informativo espectacular. Las noticias fragmentarias, las entrevistas a personajes que esgrimen su dudosa artillería estratégica para hacer vaticinios inciertos y la comprensión del problema como un espectáculo alucinante, anuncian la acción programada de un periodismo insulso, frívolo, insustancial y nada responsable frente a vastas audiencias expectantes.

Me resisto a aceptar que esos sean rasgos característicos del periodismo colombiano, aunque no faltan los críticos implacables que le ponen una calificación reprobatoria al maximizar los errores e ignorar los aciertos del discurrir diario en la actividad informativa y orientadora. Pero la tentación del inmediatismo y la superficialidad puede ser irresistible cuando se antepone el vetusto sentido de la primicia, vetusto por arcaico y caprichoso. Lo esencial sí está en que en circunstancias como las actuales es preciso afinar los criterios de responsabilidad, transparencia y veracidad, como insustituibles en el buen periodismo, sea cualquiera el medio de difusión. El uso de un lenguaje de razonable prudencia, la renuncia a la especulación sin sentido y la interpretación razonable de los hechos reales son condiciones que deben acreditarse hoy en día. Lo que pase en las fronteras colombovenezolanas, el eventual desplome del régimen dictatorial, más lo que sobrevenga después, deben tratarse con la nada simpática y popular pero infaltable palabra prudencia, sin la cual el trabajo profesional se convierte en función circense que no aporta ni el más mínimo beneficio a la paz y la estabilidad de dos naciones que, sea lo que fuere, están hermanadas por motivos que abundan.

El tratamiento informativo y conceptual de la inquietante situación venezolana requiere el máximo de profesionalismo. ¿Están preparados, sí o no, todos los medios, para proceder en consecuencia, con disposición hermenéutica, ánimo de veracidad, respeto por las audiencias y conciencia de la historicidad de los acontecimientos? Las pruebas de buen periodismo en el país nuestro han sido valiosas y suficientes, a lo largo de la inestable y conflictiva historia local y nacional. El modelo de Medellín de la época de la violencia de fines del siglo pasado tiene que servir siempre de paradigma. Quedaron muchísimas historias, historietas y anécdotas de aquellas jornadas tenebrosas. Ahí van grabándose en el libro de momentos en que voy concentrándome. Recuerdo la petición descarada de algún corresponsal extranjero que nos pedía fotos del terrorismo en la ciudad para decorar sus despachos. Semejante avilantez de los traficantes de desgracias no podía ser tolerada. Así hubo muchas otras conductas abusivas que rechazamos entonces con indignación. Que se repitan, eso es posible, pero inaceptable. Ninguna tragedia tiene por qué confundirse con una fiesta mediática. Eso, que lo aprovechen los pescadores en río revuelto.

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