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Pero si eso es tan elemental

hace 1 hora
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  • Pero si eso es tan elemental

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Puede que hayan pasado de moda la apariencia aceptable, el buen uso del idioma, el comportamiento respetuoso ante los demás, pero son cuestiones elementales que representan el sentido de la dignidad personal y la buena crianza, no importan las condiciones socioeconómicas. Si en las normas de comportamiento de escuelas, colegios y universidades se fijan restricciones razonables y se dispone, por ejemplo, el uso de uniformes, eso no es fascismo, ni es abuso de autoridad, ni es lógico señalar que sea expresión de totalitarismo ultraderechista.

La disciplina no tiene color político ni filiación ideológica. Vivir en una comunidad que se repute organizada implica la aceptación del orden como condición ineludible para el funcionamiento cabal de cualquier institución, militar, religiosa o civil, sea en la China, en Rusia, en Estados Unidos o en El Salvador, donde el famoso presidente Bukele acaba de establecer exigencias que ya ciertos progres patidifusos están calificando de despóticas.

¿Pero qué tiene de malo llevar el uniforme limpio, usar un corte adecuado de pelo y saludar con respeto? ¿No deben fortalecerse la disciplina y el orden, como se propone el gobierno salvadoreño con la educación? Eso se ha perdido en el país nuestro, pero en muchísimos casos a las autoridades educativas les da pena corregirlo. Bukele ha defendido las decisiones de su ministra de educación, Karla Trigueros, al sostener que es preciso “preparar a las futuras generaciones para hacer frente a los desafíos del mañana y alcanzar los más altos estándares de calidad” . Eso es elemental.

Portar uniforme en primaria y secundaria y tanto en establecimientos privados como públicos es un modo básico de igualdad. Borra diferencias artificiales. Es más económico y más estético. El uso libérrimo de vestidos multicolores estimula la competencia por la ropa de marca, costosa para la mayoría. Reglamentar el uso de peinados y estilos de maquillaje es apenas una disposición que previene contra la ridiculez, la extravagancia y el manejo insolente y anárquico de la presencia ante los demás. Para no hablar de la propagación desafiante de los tatuajes, que antes, ahora tiempos, se usaban en sectores nada acreditados ni recomendables de la sociedad.

Y todo, por la defensa desbordada del libre desarrollo de la personalidad como regla fundamental del desorden, la indisciplina y la anarquía, que ampara el descaecimiento de las costumbres y borra las fronteras éticas y de sentido común entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, lo aceptable y lo reprobable. Con el abuso de ese argumento se legitima hasta lo más perjudicial para cualquier forma de vida organizada. Abundan los ejemplos de modos de actuar que de simples gustos o caprichos transitorios de minorías raras y excéntricas han pasado a ser obligaciones perentorias, inapelables. Como si la libertad careciera de un contenido ético y no fuera razonable definirla, en el criterio antiguo, como la facultad de hacer lo que debe hacerse. ¡Caramba, pero si eso es tan elemental!

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