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Para la autonomía de las regiones y la descentralización no se necesita el federalismo, sino realizar el principio de república unitaria con centralización política y descentralización administrativa.
Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com
No es pertinente hoy en día abogar por el federalismo. No tiene sentido ni viabilidad volver a invocar el eslogan de Antioquia federal que se imprimió en pasacalles, banderines y pegatinas hace medio siglo, en una campaña contra el centralismo, seguro muy bien intencionada pero que se malogró por muchas razones que definirán los historiadores. La confusión ha consistido en eliminar las diferencias entre el sistema de regionalización y el régimen federal. Son conceptos constitucionales distintos, sobre el modelo de Estado. Para la autonomía de las regiones y la descentralización no se necesita el federalismo, sino realizar el principio de república unitaria con centralización política y descentralización administrativa.
Ojalá no se reincida en la equivocación que puede precipitar una confrontación estéril entre Antioquia y el poder central, donde siempre ha sido muy difícil comprender que esta es una nación de regiones, que deben estar gobernadas por un aparato estatal eficaz y equitativo, que, por ejemplo, reparta bien el presupuesto y no condene a ninguna región, próspera o vulnerable, a implorar la justa retribución por su aporte al sostenimiento nacional. El desequilibrio se ha explicado en términos muy sencillos, así: “Un reciente estudio de nuestro equipo técnico encontró que por cada $100 que recibe el Estado por impuestos, $81 se quedan en la Nación, $14 en municipios y $6 en departamentos”. Lo dice Carlos Camargo en un artículo de La República.
El hiperpresidencialismo a la colombiana ha fomentado el culto a la personalidad de una suerte de reyecito y ha maximizado el poder del mandatario y su corte, con subestimación de los liderazgos regionales en lo político y lo gremial. Una oferta pragmática igual a la de Antioquia para terminar obras fundamentales es objeto de burlas, descalificaciones y hasta insultos (qué tal lo de la bellaquería que dijo el Presidente) para los que no alcanzan a ver que más abajo del altiplano también hay país.
Cuando el Estado es regionalizado, o regional, la autonomía se les reconoce a las entidades territoriales, es decir a los departamentos. En cambio, con el federalismo, son los estados locales, federados o miembros, los que le delegan el poder a la cabeza de la federación, de la cual dependen. En síntesis, para un Estado regionalizado y dotado de centralización política y descentralización administrativa, como se ha pretendido que sea Colombia, la Constitución rige para todo el país unitario, es una sola, mientras en el federado hay una Carta federal y constituciones para los estados federados.
Imaginémonos cómo sería este país nuestro con una Constitución nacional más otras 32 por cada departamento. La principal sería algo así como un himno nacional o una oda patriótica, muy hermosa pero inaplicable para hacer valer el derecho y los derechos y los fines del Estado en medio de una contienda permanente. De modo que no nos engañemos y pensemos mejor en un proyecto inteligente, equitativo y realizable, para no acariciar ilusiones con el despiste del federalismo.