Si los panidas eran trece, éramos cuatro gatos los asistentes a la película “La jugada maestra”, que recrea el match de 1972 en Reikiavik, Islandia, por el mundial de ajedrez que le arrebató Fischer a Spassky.
Menuda obra de misericordia la que cumplen las salas que proyectan cintas hechas por amor al arte, no al becerro de oro de la taquilla.
No me deslumbró la producción de Edward Zwick. Nos regaló un Fischer normalito, de suscriptor del directorio telefónico, y el gringo era un tsunami de excentricidad y genialidad.
De la película escribió el bisturí que más sabe de cine, Juan Carlos González, que Zwick “y el guionista Steven Knight optaron por escribir una historia convencional sobre un hombre que no lo era”.
Tampoco se perdió el tiempo. Zwick...