El pasado jueves fue día negro para el gobierno. Se le derrumbó parte de la estantería que empezó a construir siete meses antes con partidos clientelistas, ávidos de burocracia. El mismo ministro del Interior, Alfonso Prada, con inocultable melancolía, anunció que “la luna de miel ha terminado”. Algunas lágrimas han debido correr por las mejillas de los inquilinos de la Casa de Nariño.
La reforma política, esperpento del actual gobierno, se hundió como el Titanic. El director de orquesta del buque que hacía aguas, maestro del equilibrismo, Roy Barreras, rompió la partitura ante la crudeza de la tempestad política. La Gran Alianza despedazó la reforma al encontrarla llena de triquiñuelas. Los aliados incondicionales de Gustavo Petro se avergonzaron al enterarse de que Roy, master en marrullerías, la había tachonado con artículos venenosos. Iban entendiendo que el que se acuesta con ebrios de poder, amanece ahogado...
Hundida la reforma política queda en lista de espera una motilada a la reforma del sistema de salud. Ya sus mismos socios –liberales de César Gaviria, conservadores de Fincho Cepeda, la U de Dilian Francisca Toro– expresaron que impedirán la muerte de las EPS. Éstas, para Petro, son fantasmas que lo persiguen y desvelan. Y para advertirle que el otoño le empieza prematuramente, la propuesta de reforma laboral cuenta con adversarios en algunos de sus socios. ¿Será que la luna de miel con tanta mermelada indigestó los obesos estómagos de su clientela parlamentaria? Las dos reformas parece que no gozan de cabal salud.
Pero bajo el supuesto de que las iniciativas para reformar la salud y el trabajo no salgan aprobadas en el Congreso como las quiere Petro, y mirando cómo se asfixian sus solicitudes de contar con facultades extraordinarias para legislar por decreto, ¿cuál será su reacción? ¿La de un demócrata que acepta los debates como enmiendas positivas para sus proyectos? ¿Acaso la de un derrotado que toma atajos institucionales para convocar al elector a las urnas y así obtener lo que no pudo lograr en las curules parlamentarias? No olvidemos que el actual Jefe de Estado es un hombre autoritario y mesiánico, que bien podría repetir aquello del egoísta Luis XV de Francia: después de mí, el diluvio. Ya en días pasados había notificado desde el balcón del palacio presidencial que si el poder económico detenía su “segunda revolución en marcha” y el Congreso no le aprobaba sus reformas, acudiría al pueblo. Amenaza que repetirá el primero de mayo en las marchas sindicales. Cada vez se acerca más al Estado de opinión como sustituto del Estado de derecho.
En tanto ocurría este nuevo acto del sainete nacional, el Dane colocaba como epitafio en la tumba de la reforma política –que podría estar esperando en el tenebroso lugar como compañera la reforma a la salud– el resultado de una encuesta adversa para la gestión del gobierno. En ella, el 55% de los colombianos estima que su situación económica empeora, contra un 11% que considera que ha mejorado, encontrando un 34% que, como decía Horacio Serpa, “ni chicha ni limoná”.