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En Medellín y Antioquia tenemos los ingredientes: talento, capacidad empresarial, espíritu colaborativo y una tradición de hacer que las cosas pasen. Pero la competitividad del siglo XXI exige algo más: una visión compartida.
Por Juliana Velásquez Rodríguez* - opinion@elcolombiano.com.co
Medir la competitividad de un territorio no debería ser un ejercicio de vanidad estadística, sino de madurez colectiva. Es la manera en que una región se mira al espejo y decide si está construyendo futuro o administrando pasado. El nuevo Índice de Competitividad de Ciudades 2025 del Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario nos vuelve a poner frente a esa pregunta esencial: ¿qué tan preparados estamos para prosperar en un mundo donde la velocidad del cambio supera la de las decisiones públicas?
Medellín y su Área Metropolitana mantienen el segundo lugar nacional, solo detrás de Bogotá (una calificación de 6,7 contra 7,5 de la capital). Un logro que ratifica su solidez en infraestructura, emprendimiento y formación de talento. Pero también deja ver una verdad incómoda: la brecha con la capital crece, y la nueva frontera de desarrollo se juega en la innovación, la digitalización y la sofisticación productiva. Ya no basta con ser eficientes; hay que ser creativos, sostenibles y globales.
Ser competitivos no es solo escalar posiciones en un ranking, sino escalar propósitos como sociedad. Antioquia ha demostrado que sabe construir infraestructura, formar talento y atraer inversión. Pero el reto de hoy es distinto: hacer que la innovación permee la educación, que la sostenibilidad guíe las decisiones y la confianza vuelva a ser una ventaja productiva. Tenemos la fuerza, pero necesitamos ritmo, que la energía de la región se mueva a la velocidad del futuro.
El informe nos recuerda además que la productividad total de los factores, que mide cuánto mejoramos sin invertir más, haciendo las cosas de forma más inteligente, se ha estancado en Colombia durante una década; mientras el porcentaje del PIB destinado a inversión fluctúa entre el 15% y el 25%, la contribución de la productividad al crecimiento del valor agregado en la economía apenas promedia el 10%. Y esa es quizá la cifra más elocuente: no se trata de crecer, sino de crecer mejor. De pasar de la cantidad a la calidad, de la competencia local a la del PIB que se destinó a inversión relevancia global.
En Proantioquia creemos que la competitividad no se mide contra otras regiones, sino contra nuestro propio potencial. Que Medellín no debe compararse con Bogotá, sino con Monterrey, Bilbao, Barcelona: ciudades que transformaron su modelo económico apostando por educación técnica, cultura e innovación urbana. Antioquia debe pensarse como un nodo latinoamericano de conocimiento, turismo y tecnología; donde las empresas crecen porque el entorno las reta, no porque las protege.
Jeffrey Sachs decía que “la verdadera competitividad se construye cuando el crecimiento económico y el progreso social avanzan al mismo ritmo”. Esa es la ruta que debemos abrazar. Porque sin cohesión social, confianza en las instituciones, sin educación de calidad y sin liderazgo cívico, cualquier índice será solo una tabla sin alma.
En Medellín y Antioquia tenemos los ingredientes: talento, capacidad empresarial, espíritu colaborativo y una tradición de hacer que las cosas pasen. Pero la competitividad del siglo XXI exige algo más: una visión compartida. ¿Somos capaces de traducir ese punto de partida en innovación aplicada, educación que cierre brechas y productividad que se note en el bolsillo y en la calidad de vida? La competitividad contemporánea ya no se gana produciendo más, sino aprendiendo más rápido y colaborando mejor.
Klaus Schwab lo dijo, “la competencia de innovación exige pensar en ecosistemas: tecnología, talento y confianza funcionando a la vez”. Ese es el nombre del juego para nuestras ciudades. No basta con conectividad o tamaño de mercado; se necesita propósito, instituciones confiables y una cultura de mejora continua que permee nuestra academia, nuestras empresas y lo público.
*Presidenta Ejecutiva Proantioquia