viernes
8 y 2
8 y 2
Por Gustavo Eduardo Zuleta Paz - opinion@elcolombiano.com.co
La dictadura chavista de Venezuela es causante de una de las mayores migraciones masivas del último siglo. Nuestro país es uno de los que más ha sentido sus efectos, no solo como destino de millones de exiliados, sino como sitio de paso. Hoy El Darién es un nombre conocido en muchos países del mundo por una realidad que, paradójicamente, muchos colombianos (y antioqueños) siguen sin conocer.
El final del itinerario atroz de estos abandonados por la suerte es Estados Unidos. Allí, según el sitio adonde lleguen, se topan con diferentes recibimientos. Estados republicanos como Texas o La Florida los utilizan políticamente y les son hostiles cuando muestran pobreza (aporofobia). En cambio, ciudades del partido demócrata como Nueva York intentan ayudarles y darles asistencia. El problema es que Nueva York no solo se ha visto desbordada, sino que está sometida a una presión migratoria y de orden público que tiene harta a su población.
Son miles los videos que los propios venezolanos establecidos en EE.UU. cuelgan en redes sociales, muchos de ellos avergonzándose del comportamiento de sus coterráneos. Se oyen toda clase de juicios, desde los legales, hasta los de mera urbanidad, pasando por los racistas y clasistas. El todo es que hay grupos numerosos de recién llegados a esa ciudad que no están acostumbrados al orden, a la existencia de autoridad, y en pandillas de motocicletas enloquecidas han trastornado por completo la convivencia de una metrópoli ya de por sí tan compleja.
Los sociólogos hablaban hace décadas del fenómeno de la anomia: la carencia de conciencia sobre la existencia de normas y la ausencia de voluntad para cumplirlas. En Colombia sufrimos bastante de eso, así que ni modo de andar señalando a los migrantes de otro país.