La corrupción ganó la batalla. Aguantó los embates mediáticos y ciudadanos y se instaló en la cotidianidad. Ahora ya no se habla del fracaso de la Ley 100 ni de la perversa prestación del servicio del sistema de salud, que en otro tiempo, no muy lejano, generó escandalosos titulares de prensa. Los funcionarios de medio pelo de entonces enfrentaron y aguantaron el escándalo, mientras los verdaderos responsables miraban los informes televisivos desde la comodidad amueblada por la corrupción. Fueron muchos meses, quizá años, de un enfrentamiento encarnizado, pero a la postre no se obtuvo nada. El primer gobierno del escándalo no hizo nada y el segundo gobierno, hábilmente, logró acallar los gritos desesperados con la espuria promesa de una reforma...