Por Edwin E. Torres Gómez y Mauricio López González*
La pandemia, asociada al covid-19, evidenció un conjunto de problemas estructurales en la economía colombiana, algunos de los cuales tienen que ver con la vulnerabilidad de muchos hogares, la distribución de la riqueza, la fragilidad del mercado de trabajo y su dependencia de los empleos informales y la baja capacidad de nuestras empresas para enfrentar adversidades. Lentamente la economía ha venido recuperándose, sin resolver estos desajustes, ante lo cual los retos en materia de política económica son aún más grandes.
Las protestas sociales pacíficas, en consecuencia, se justifican en la medida en que un número muy importante de hogares en Colombia, se han visto afectados por estos problemas, y no vislumbran en el corto plazo una mejora de su situación. El crecimiento de la pobreza y los altos niveles de desigualdad, no han de encontrar una solución sin la participación activa y decida del Estado. En efecto, un elemento que podría ayudar se encuentra en el mercado de trabajo, pues este constituye un importante puente entre la actividad productiva y la superación de la pobreza, sin embargo, los altos niveles de informalidad que predominan en Colombia impiden que el mercado laboral contribuya a la mejora de algunos indicadores sociales.
De otro lado, en nuestro país la competitividad empresarial encuentra en los costos de transporte una de las principales trabas, lo cual a su vez plantea un importante reto a superar, tanto de forma inmediata como en el futuro cercano. Al respecto, antes de las protestas, los costos de flete entre el puerto de Buenaventura y la ciudad de Cali ascendían en promedio a 1,8 millones de pesos; hoy, por ese mismo flete se están pagando 12 millones de pesos. Para la ciudad de Medellín, también desde el puerto de Buenaventura, los costos eran de 3,5 millones antes de la protesta y de 14 millones en este momento.
A lo anterior es importante sumar el hecho de que la competitividad se construye y fortalece constantemente en los mercados, y la interrupción y altos costos, tanto en la compra de insumos como en la venta de bienes finales en el mercado nacional y en el exterior, pueden generar que algunos espacios que se habían ganado en las últimas décadas se pierdan en unas cuantas semanas, pues las cadenas globales de valor no paran y los consumidores o compradores internacionales buscan otros oferentes que les brinden productos sustitutos.
En este sentido, es claro que en la coyuntura actual la competitividad de muchos sectores se verá afectada tanto en el corto como en el mediano plazo y las consecuencias en pérdidas de competitividad pueden llevar también en el mediano plazo a mayores pérdidas de empleos, más pobreza y, por ende, más inconformismo social. Por lo cual urge buscar consensos sociales que resuelvan la situación actual, partiendo del contexto socioeconómico colombiano, en el que se tienen empresas debilitadas, familias con bajos ingresos, alto desempleo y pérdida en competitividad
* Grupo de Macroeconomía Aplicada, U. de Antioquia.