En la segunda mitad del siglo XIX, James Clerk Maxwell, uno de los físicos más importantes de la historia, propuso, entre muchas e importantes cosas, que la luz era una onda, y como tal era difícil pensar que pudiese propagarse en el vacío, lo que exigía la existencia de algún medio o de “algo”, así fuese desconocido y de hipotética existencia. La solución fue resucitar la idea del “éter”, una sustancia de la que nada se sabía, pero qué importa, tenía que haber una, y cuya existencia había resuelto problemas a los presocráticos y en especial de Aristóteles, a quien dicha “cosa etérea” le sirvió para que algunas de sus ideas no se quedaran cojas.
El lenguaje, tan o más poderoso que la física, que ha hecho que no seamos una especie cualquiera,...