En estos días alguien hablaba de los cambios en la estructura de la economía, haciendo referencia a que ahora son mucho más importantes los servicios (financieros, personales, comercio, entre otros) en términos de su participación en el PIB, que la industria, la agroindustria y la agricultura (Sergio Olarte en EL COLOMBIANO). Un patrón bien definido que se observa en las economías cuando empiezan a volverse más complejas y también más urbanas y que, además, tiene consecuencias sobre la generación de empleo.
Hace unos años se hicieron muchos trabajos basados en el enfoque de patrones de desarrollo de Chenery, que daba una versión muy ilustrativa de esa idea de los cambios estructurales en las economías. Con trabajos con series históricas de cuentas nacionales y para muchos países, Chenery sacó enseñanzas valiosas sobre la transformación de las economías en el tiempo.
Chenery partía de la idea de que un patrón de desarrollo es una variación sistemática en cualquier aspecto de la estructura económica y social asociada a un aumento en el ingreso per cápita. Ese aumento en el ingreso significa que la economía se está expandiendo. Uno de los patrones que encuentra es que, con un ingreso mayor, la economía requiere bienes más elaborados, con mayor valor agregado. Por esa razón, se transforma la estructura productiva de la economía, ya que es la industria y no la agricultura la que puede ofrecer esos bienes. En una primera etapa del desarrollo económico la agricultura es la actividad más importante, posteriormente la industria la reemplaza por un tiempo y al final decae lentamente en participación, mientras que en paralelo los servicios pasan en el largo plazo a ser el sector con mayor peso en el PIB.
El ejercicio de comparar el patrón colombiano con el de países similares de ingreso medio revela que en el siglo XX pasaron cosas interesantes (Kalmanovitz y López, La agricultura colombiana en el siglo XX). En primer lugar, la agricultura sigue el patrón de descenso secular que se da en esos países, mientras que para la industria manufacturera la reducción de la participación en el PIB es más rápida a partir de los años noventa, al tiempo con la consolidación de las rentas mineras. Los servicios, por su parte, muestran un patrón ascendente en su participación en el PIB, lo cual coincide con lo observado en los países examinados. Sin embargo, también a partir de los noventa, los servicios colombianos comienzan a ganar participación por encima de los países de ingreso medio.
Lora, en su reciente libro (Economía esencial de Colombia) muestra evidencia de la estructura productiva colombiana en el siglo XXI. Según sus cálculos, en 2017 la agricultura pesaba 7 % en PIB cuando hace 7 décadas, su participación era el 40 %. La industria llegó a representar el 23 % del PIB a fines de la década de los setenta, pero actualmente es apenas el 13 %. Los servicios han subido y hoy pesan el 63 % del PIB. De otro lado, hoy en Colombia los sectores de servicios generan cerca de la mitad del empleo.
Esta primera aproximación indica que hay aspectos interesantes para profundizar y surge una pista prometedora para comprender las afugias de nuestro mercado laboral: desempleo creciente y alta informalidad. Al parecer Olarte tiene una intuición muy válida.