* Director de Comfama.
Querido Gabriel,
Sé que a muchos colombianos nos duele profundamente lo que está pasando en Ucrania. Las agresiones a países soberanos y pacíficos son inaceptables desde todo punto de vista. Un ataque a una nación de ese tamaño e importancia geopolítica, además, implica una respuesta amplia y coordinada de toda la comunidad planetaria. ¿No crees que esta guerra, por lo que implica para la estabilidad y el desarrollo global y para el futuro de las sociedades democráticas, es, realmente, desde ya, una guerra mundial? ¿Conversamos sobre Ucrania, a ver si nos involucramos como individuos y pedimos a nuestro gobierno que participe más activamente?
A Colombia le debe doler Ucrania. Hace poco, un candidato presidencial, desconociendo la más básica compasión humana y despreciando la importancia de la cooperación entre países, se atrevió a decir: “¡Qué Ucrania ni qué ocho cuartos!”. ¿Son esas las formas para alguien que quiere ser jefe de Estado? Nosotros, más que cualquier otra nación, no podemos ser egoístas e inhumanos, porque sabemos lo que significa vivir en el miedo, perder prematuramente a los jóvenes, ser desplazados de nuestros hogares o perderlo todo debido al poder destructor del odio y de las armas.
Esta guerra nos debería importar desde lo ético y desde lo práctico. El dolor de un ser humano es el dolor de toda la especie; la agresión a una nación democrática por parte de una dictadura pone en riesgo la democracia en todo el mundo. En una economía global integrada, además, este ataque encarece los alimentos, nos empobrece y frena la recuperación económica y social. En un mundo hiperconectado, cuando una nación sufre, todas las demás compartimos su penuria.
Ante esta inmensa amenaza, el apaciguamiento y la apatía son peligrosos. Todos los países deben participar de las sanciones financieras, tecnológicas y comerciales, ponerse al servicio de la diplomacia y, si fuese necesario, concurrir proporcionalmente con acciones militares. Adicionalmente, las personas también debemos involucrarnos. El medio de comunicación The Conversation señalaba que una persona común tiene más poder ahora que nunca, sugería donar masivamente a fundaciones ucranianas y activar nuestras redes con el fin de aumentar la presión internacional sobre las Naciones Unidas y la Otan, para que los ucranianos sepan que no están solos y para que el pueblo ruso proteste masivamente exigiendo el retiro de su ejército de esta operación inaudita.
Si no queremos un escalamiento hacia una guerra mundial, debemos responder desde ya como si se tratara de una. Conversemos sobre Europa y Ucrania, preguntémonos qué más podemos hacer cada uno desde nuestro círculo de influencia y sobre cómo exigirle al próximo presidente de Colombia que participe con todos los recursos disponibles en la defensa y la paz de un territorio y un pueblo que nos representan a todos. Leamos, para provocar la tertulia, la lúcida columna del exministro Rodrigo Botero sobre este tema, donde afirma: “Independientemente de cómo termine, esta guerra no se presta a posturas ambiguas. Se está del lado de la libertad o del lado de la tiranía”