México tiene dos ritmos. Tenemos el moderno, típicamente ubicado en el centro y el norte del país, en donde convergen la formalidad, el crecimiento y el desarrollo, pero existe también el México del sur, con pobreza, informalidad y rezago en prácticamente cualquiera de las variables económicas habituales.
La diferencia entre la formalidad y la informalidad del empleo radica en la adscripción que el patrón –o el empleador– dé a sus empleados a través del reconocimiento del vínculo laboral mediante el pago de la seguridad social.
Esas definiciones y esas formas de categorizar a los diferentes grupos de poblaciones nos sirven a algunos para entender las fallas de los mercados e intentar hacer propuestas de mejora. Pero para las personas que están buscando ganarse la vida día con día las definiciones son poco relevantes. La pandemia, en materia laboral, les ha pegado más a las mujeres. Ellas son –independientemente de nuestra opinión al respecto– las que se encargan en gran medida del cuidado del hogar y sobre todo del cuidado de los niños y de los mayores.
Pero la división norte-sur no sirve para explicar otros fenómenos de nuestra economía, dinámicas que se dan independientemente de la geografía e incluso de los marcos regulatorios. Y sobre los cuales el concepto “informalidad” se queda corto, como las “nenis”.
Han existido siempre, pero la pandemia les dio el reflector que no habían tenido antes. Las “nenis”, ese término entre despectivo y amable, han cubierto las necesidades económicas de millones de familias. Las siglas significan “nuevas emprendedoras de negocios por internet”. Pero internet suena demasiado sofisticado, en realidad son mujeres que usan las redes sociales o las aplicaciones de mensajería, como WhatsApp, para ofrecer productos –ropa, zapatos, comida, regalos– que entregan en un punto intermedio entre el comprador y la vendedora. En conclusión: son emprendedoras, comerciantes que ponen en riesgo su capital y sus recursos para satisfacer una demanda en el mercado.
Usualmente estas emprendedoras se mueven en la informalidad. Todos los incentivos están para que sea así. Las transacciones se dan en efectivo, no hay fiscalización, no hay trámites qué hacer. Mejor se ponen de acuerdo con el comprador a través de un conocido o un grupo de WhatsApp, coordinan la entrega; el pago se hace en efectivo y van forjando relaciones.
En general, son mujeres casadas, con uno o dos hijos, tienen entre 25 y 44 años, estudiaron hasta secundaria y cuentan con poca o nula capacitación en finanzas o contabilidad. Y se cuentan por millones. Para las “nenis” no hay horario laboral ni prestaciones ni días de vacaciones. Trabajan cuando se puede y cuanto se pueda