Tengo el vicio de parar oreja. A veces lo hago a propósito, a veces “sin querer queriendo”, como diría mi amado Chespirito.
Una de estas tardes, mientras caminaba por mi casa como un perro con gusanos, oí que en la habitación acondicionada como oficina para el trabajo remoto, empezaba un comité virtual. Pero esta vez, dijo el presentador, el tema no serían las finanzas, el flujo de caja, las estrategias para manejar el déficit, etc., sino “cómo seguir soñando en medio de la incertidumbre”. Oh, oh. Mis antenitas de vinil dectectaron la presencia de un tema pertinente para el momento que vivimos y ciento por ciento “compartible”. Así que tomé asiento, papel, lápiz y grabadora en 3, 2, 1.
Para ayudar a encontrar las respuestas, los encargados del comité buscaron apoyo en Milena Ortiz Pérez (@mileortizperez), experta en gestión humana, biorreprogramación, psicoterapia sistémica y esas cosas que, incluso con el escepticismo que a algunos nos generan estas prácticas, con sus palabras motivadoras pueden ayudarnos a ver más adentro del ombligo y a manejar las emociones para fortalecernos.
La incertidumbre, que a veces es tan fuerte que logra paralizarnos, la asociamos con duda, vacilación, indecisión, miedos, falta de certezas o de una base sólida en la que podamos pararnos. Nos genera ansiedad y cierta incapacidad por no poder comprender qué es lo que viene y cómo lo podemos enfrentar. Pero la incertidumbre ha sido una constante en nuestra vida desde el momento del parto, la crisis biológica y emocional más grande que cualquier especie puede soportar. Y ahí vamos... De modo que no hay nada que nos impida pensar que de esta también saldremos, incluso si todavía no sabemos cómo ni cuándo.
Nunca hemos sabido qué pasará mañana. Solo que el fenómeno que hemos vivido durante este año nos ha llevado a sentir incertidumbre colectiva. Ahora sabemos que hay situaciones que no podemos resolver y que no todo está bajo nuestro control. Un buen ejercicio es cambiar la palabra incertidumbre por In – Certidumbre. Y en vez de tener un montón de preguntas, muchas de ellas sin respuesta, identificar qué es lo que nos asusta para convertirlo en potencializador de nuestros talentos, descubrir si estamos peocupados desde el ego (querer tener la casa de dos mil millones ya) o desde un propósito firme y aterrizado (aprender a vivir con lo que hay, sin perder de vista los sueños). En este proceso conviene hacer un inventario de nuestro equipaje, incluido el financiero, y a partir de lo encontrado, hacer planes para generar energía de vida: Si no hay una meta tampoco habrá fuerza para emprender ningún camino. Un asunto de fe, independientemente de las creencias de cada quien. Pero tampoco se trata de soñar y ya. Eso es diciendo y haciendo.
Desaprender, volver a empezar, a veces desde cero, aceptar, agradecer, mirar a los demás, unirnos, ayudarle al otro, a veces llorar, voltearse para el rincón, sacar fuerzas de donde sea y volver a levantarse.
Yo sé que suena fácil, y puede que no lo sea tanto. Pero me gusta pensar que si tenemos un propósito, siempre será posible ir por él .