Mi general Rubén Darío Alzate se sacó solito de las filas. Su testimonio de final de telenovela huele a ingenuidad. Se supone que los generales están hechos para la trompada a lo Pedro Navajas. Tienen prohibida la ternura.
La suerte estaba echada. El general perdía con cara y en cambio no ganaba con sello. Malo si decía lo que admitió en el comunicado, o sea, que dejó a su escolta jugando tute para generar confianza entre la marginada población chocoana por la que venía trabajando; peor, si hubiera inventado otros motivos.
Como me ha ido bien vistiendo el Everfit del ingenuo, creo las explicaciones. Aplaudo que se vaya a acariciar el gato. Un general buena gente, sensible, sonriente como un testigo de Jehová, dueño de un divertido tumbao a...