En el Génesis (1,3-5), la creación comienza con la luz. “Dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de la oscuridad; llamó Dios a la luz ‘día’, y a la oscuridad ‘noche’. Atardeció y amaneció: día primero”. Criatura del primer día de la creación, la luz merece máxima admiración y gratitud.
La luz, tan importante al comienzo, lo es aun más al final, como afirma el vidente del Apocalipsis (21, 23): “La ciudad celestial no necesita de sol ni de luna que luzcan en ella, porque la claridad de Dios la ilumina, y su lucerna es el Cordero”.
En realidad, la luz no existe. Existen las cosas luminosas, el sol, la luna, las estrellas, las del cielo y las de la tierra. A los magos los guio una estrella con tanta luminosidad...