La niebla de la guerra deforma la normalidad, el juicio individual y la acción grupal. El desorden y la confusión tienden a cobijar todos los acontecimientos y a revestir con un manto de duda todo lo que pasa. La guerra erige una muralla de turbación, que acordona espacios (físicos y simbólicos), y distorsiona la percepción.
Como llevamos tanto tiempo en guerra, se nos ha olvidado que la guerra produce situaciones extraordinarias. La guerra abre un espacio social propicio a la violencia (Neitzel y Welzer, Soldiers, 2013). Aunque para nosotros ya es normal, la guerra es de por sí una situación extraordinaria que promueve el desacato de la ley y suscita la anomia (ibídem).
Vivimos inmersos en un medio alterado, y no nos damos cuenta. Nos parece...