Hay una palabra que está en los actos y omisiones actuales y pasados y propios de la idiosincrasia de este país. Es picardía. Reúne todas las condiciones necesarias para que se escoja como el vocablo del año, pero también de la época y, por qué no, de una historia larga y compleja en la cual ha sido característica distintiva la malicia, acompañada en incontables ocasiones de la mala fe.
Algunos analistas de lo que ha pasado y dejado de pasar en 2017 dicen que la palabra del año es corrupción. También puede ser, pero no se pronunciaría con tanta frecuencia ni estaría en la memoria y las agendas de tanta gente, bien o mal intencionada, si no fuera porque la fundó la picardía, entendida en el sentido negativo, dañino, destructor de las costumbres...