Por david e. santos gómez
El año cierra con un Déjà vu. De nuevo las noticias, como si estuviéramos al inicio de la plaga hace ya dos años, hablan de los contagios y las hospitalizaciones y la posibilidad de cierres. Y si bien no estamos al nivel de Europa, en pánico por la nueva curva ascendente y con los festejos de fin de año bajo llave, las precauciones -higiénicas y sociales- son necesarias para evitar un repunte acelerado en América Latina. Porque a diferencia de los países ricos, nosotros en estas tierras, bastante pobres, no podemos permitirnos el lujo de otra temporada en pausa.
Se ha hablado hasta la saciedad de las consecuencias económicas, sociales y sanitarias de estos años insoportables de pandemia. Valdría la pena, también, estar atentos a las profundas consecuencias políticas de un repunte en los contagios, con una sociedad agotada cuyo vínculo con el poder está bastante tenso. La forma en la cual los gobiernos de la región asumieron el inmenso reto del coronavirus les pasó -y les pasa aún- una enorme factura, con una población que cuestionó la improvisación de los mandatarios y descubrió a los golpes y con llanto el nivel decadente de sus sistemas públicos.
Dos años de Covid-19, y la posibilidad latente de que el virus siga con su agresividad varios meses más por delante, han redefinido las prioridades políticas de la ciudadanía y, sin duda, estas visiones tendrán efectos contundentes en las decisiones electorales que se tomen en los países del hemisferio. Para un alto porcentaje de latinoamericanos es evidente el desbalance de unos poderes, malgastadores y corruptos, que vaciaron las necesidades básicas y agujerearon los sistemas de protección social.
Además de las catastróficas consecuencias de hospitales desbordados y empleos destruidos, la pandemia redibuja aceleradamente la política del continente. El periodo trágico que atravesamos tendrá consecuencias profundas en cómo se definen las necesidades sociales y, por lo tanto, de qué forma se tiene que encarar la administración pública. Es posible que en la superficie del discurso todo se vea medianamente similar, pero en el fondo, aquellos que aspiren a tener cargos de responsabilidad política tendrán que leer muy bien los nuevos tiempos si es que quieren que el pueblo les de una oportunidad. Los discursos pre-pandemia han quedado vacíos y los que repitan sus fórmulas serán desechados por anacrónicos