Pasando por un costado de la iglesia de Belén, oí a unos transeúntes comentando felices que había disidencia en las FARC para no firmar los acuerdos en La Habana. Estoy segura de que esas personas, sin las presiones mediáticas y con sus cinco sentidos afinados, no estarían “felices” porque unos matones prefieran seguir en la guerra.
Aquí no se trata de quién gana el pulso entre dos personajes (Santos y Uribe) de tan difícil definición: se trata de la hora de Colombia en que debemos intentar cambiar la historia para aceptar que los conflictos se pueden dirimir como gente civilizada. No se trata de regocijarnos porque fracase Santos o porque pierda Uribe. Estos dos hombres son pasajeros, pero Colombia está llamada a sobrevivir por encima de ellos...