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David E. Santos Gómez
Columnista

David E. Santos Gómez

Publicado

La política en una máscara

Por david E. Santos Gómez

davidsantos82@hotmail.com

Antes de este caótico 2020 los tapabocas eran, en América y Europa, una rareza destinada a los trabajadores de la salud. A diferencia de Asia, donde sus pobladores los implementaron con fuerza tras los virus respiratorios de mediados de la década pasada, en nuestras calles resultaba muy poco probable ver a un caminante con la boca y la nariz cubiertas.

Todo cambió con el coronavirus. Aún cuando la OMS, en sus erráticas declaraciones opinó primero que lo mejor era no usarlo, finalmente cedió ante los estudios que recomendaban el uso del tapabocas para evitar la transmisión del virus. Hoy los espacios cerrados en buena parte de las naciones de este hemisferio están llenos de gente con ellos y en buses, parques y andenes resulta difícil encontrar personas con el rostro destapado.

El tapabocas parece ser, por ahora, uno de los métodos más simples para protegerse y, como su uso es fácil y es una prenda económica, no habría razón para que los gobiernos no lo implementaran. ¿Entonces, por qué algunos líderes mundiales insisten en ir en su contra? ¿Cómo es posible que Donald Trump se haya negado a usarlo por meses o Jair Bolsonaro se lo quite ante los periodistas, desafiante y grosero, justo en el momento en el que revela que dio positivo al virus? La respuesta es simple y desgarradora: hoy el tapabocas es un objeto politizado. Luchar contra él ha tomado el estatus de rebeldía contra el confinamiento.

La resignificación de un objeto como arma política es frecuente, pero pocas veces en las décadas más recientes había mostrado efectos inmediatos tan peligrosos. Trump se burla de su oponente, el demócrata Joe Biden, porque dice que se ve ridículo usándolo y únicamente hasta el domingo pasado, al visitar un hospital, se le vio con uno. Bolsonaro juega con él para asustar al auditorio. Maduro lo usa mal y desinforma. Los grupos anti-cuarentena agitan carteles que desestiman su uso y en las redes sociales hay cientos de miles de mensajes asegurando, erróneamente y sin soporte científico, sobre supuestos perjuicios al usarlo.

Ahora cuando el hemisferio sufre un incremento de los casos, el uso político del tapabocas cuesta vidas. A muchos de los nombrados en las líneas anteriores las consecuencias de su irresponsabilidad poco les importa. Esperan sacar réditos electorales de su rebeldía insolente. Primero el poder y luego la salud. Incluso su propia salud.

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