Estuve donde mi tío, el padre Nicanor, celebrando (¿celebrando?) el día de difuntos. Es una vieja costumbre. Alguna vez yo mismo, solo con Mariengracia por toda feligresía, era su managuillo en las tres misas de muertos que decía cada sacerdote los 2 de noviembre. Entonces y ahora, el tío cura vive con el cuento de que la muerte es una forma de ternura. Me lo ha dicho una y mil veces.
-¿Miedo? Sí, claro. Pero un miedo que hay que vaciar en esas manos tiernas, maternales, que nos van a recibir. Manos de un Dios-madre.
-Explíquese, tío.
-La muerte es una forma de ternura. Cuando una madre es tierna con su hijo, éste se abandona a ella y en ella. Lo mismo cuando brota la ternura entre los amantes. Se entregan, se abandonan el uno en el otro, se...