El poeta español León Felipe (1884-1968) dijo al final de sus días: “Las palabras se me van como palomas de un palomar desahuciado y viejo y solo quiero que la última paloma, la última palabra pegadiza y terca que recuerde al morir sea esta: Perdón”.
Habrá que recordar esta frase en la coyuntura actual de la guerra y de la paz en Colombia. Lo que hace falta no son nuevos mecanismos de negociación, ni nuevos personajes en los escenarios del diálogo, sino eso tan difícil a lo que nos resistimos: la capacidad de perdonar.
Sin perdón no habrá paz. Y no se trata de manejar el concepto del perdón en términos de una vieja moral de confesionario, sino en esa dimensión de honradez humana, de sinceridad ética, de limpieza interior en la que se generan...