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Las manzanas
podridas de la Iglesia
Una sola víctima de abusos sexuales en mi iglesia y cuyo caso haya sido tapado me parece ya una mancha y una afrenta para todos los católicos. Pero tampoco debemos pasar por alto que hablamos de un porcentaje ínfimo.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
El 11,7% de la población española habría sufrido abusos sexuales antes de los 18 años. Así lo asegura una encuesta encargada por el Defensor del Pueblo sobre una muestra de 8.013 personas anónimas cuyos testimonios han sido recogidos por la Unidad de Atención a las Víctimas de esta institución.
Extrapolando ese porcentaje, 4,6 millones de residentes en España se encontrarían en ese 11,7%. De ellos, un 3,36% manifiesta que ese abuso se produjo en el ámbito familiar, es decir, 1,3 millones de personas, si seguimos la proyección.
Según el informe, el 84% de las víctimas entrevistadas por la institución fueron hombres, como la gran mayoría de sus agresores. Solo una pequeña parte de los acusados han sido juzgados por esos abusos, según indican las víctimas.
Esa misma encuesta, señala que el 0,6% de la población mayor de 18 años asegura haber sido víctima de abusos sexuales por parte de un sacerdote o religioso, una cifra que podría superar las 200.000 personas si hacemos caso de dicha encuesta anónima, sin denuncia de por medio, y realizada con base en llamadas, no en testimonios probados.
En el caso de que hiciéramos caso al documento del Defensor del Pueblo, unas 200.000 personas menores de 18 años habrían sufrido abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica de los 4,6 millones de españoles que dicen ser víctimas de estos ataques antes de la mayoría de edad.
A algunos, entre los que me incluyo, les parecerán muchos, pero es que una sola víctima de abusos sexuales en mi iglesia y cuyo caso haya sido tapado me parece ya una mancha y una afrenta para todos los católicos. 200 mil personas de 4,6 millones son demasiadas, sobre todo porque la Iglesia es un refugio y sus representantes, como todos los demás miembros, aspiramos a la santidad, aunque en mi caso sea casi una causa perdida.
Pero tampoco debemos pasar por alto que hablamos de un porcentaje ínfimo y que en la Iglesia Católica, como en todas partes, se cuecen habas y hay manzanas podridas.
Sin embargo, son las menos, como prueba también el informe de marras.
Y son los menos porque no hace falta más que repasar día a día lo que hace la Iglesia Católica. No solo su labor pastoral, que es inmensa y llena de alivio, esperanza y alegría para los corazones de buena parte de la Humanidad frente a la negatividad, la soledad, la enfermedad y la guerra, sino también su vertiente social.
El pasado domingo un sacerdote de la parroquia madrileña de Las Tablas cuyas prédicas recomiendo, especialmente a los más jóvenes, y que pueden seguir en directo los días de precepto, enfatizaba en la labor que todos los presentes realizábamos a través de Cáritas. Según nos dijo, al menos 100 familias de uno de los barrios más pudientes de la ciudad de Madrid recurrían a diario al banco de alimentos de esta institución. Y, como ellos, los centenares de inmigrantes que desembarcan por semana en las costas de las Islas Canarias y que luego son desperdigados con el mayor secretismo del Gobierno social-comunista por la Península, con la consigna de que acudan a Cáritas, a la Iglesia Católica, para subsistir, formarse y encontrar empleo.
Un Gobierno anticlerical que, sobrepasado por la avalancha migratoria, “coloca” a miles de personas bajo la tutela de la Iglesia y que luego sacará pecho hablando de su “humanidad” al no repatriar a los miles de inmigrantes irregulares llegados.
Es el signo de nuestro tiempo, la doble moral para la que todo vale.
Pero contra viento y marea, más fuertes seremos para servir a Dios y al prójimo, arrojando las manzanas podridas a los cerdos.