El título de esta columna lo trae a colación la revista The Economist en un artículo que habla sobre los últimos descubrimientos alrededor del funcionamiento de las neuronas y cómo estos van a cambiar no solo la medicina, sino la inteligencia artificial en la próxima década. Pero ese nombre tan poético no les pertenece. Lo acuñó el científico y premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal, quien las investigó durante años y quedó fascinado con ellas tras sacarlas a la luz pintándolas con nitrato de plata.
En su momento, el llamado “padre de la neurociencia moderna” dijo que las neuronas, específicamente las interneuronas, son “células de formas delicadas y elegantes, misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental”. Vaya forma tan creativa de describir un asunto científico.
Y es que arte y ciencia responden a la misma pregunta: ¿cómo es el mundo? Así que no es de extrañar que el mayor laboratorio de partículas del planeta, ubicado en Ginebra, haya creado un programa, Arts at Cern, para invitar a científicos y artistas a que intercambien conocimiento y experiencias. Una iniciativa que contribuye a enriquecer la mirada con la que observamos el mundo.
Tal vez lo más valioso de este proyecto sea la conjugación de saberes. El demostrar que solo se avanza en conjunto y que la ciencia puede explicarse desde la belleza, concepto que en la Antigua Grecia era sinónimo de verdad. Volviendo a Ramón y Cajal, sus dibujos de las neuronas permiten recrear la plasticidad del cerebro, la variedad de sus formas y los patrones de conectividad que se despliegan como en una danza infinita. Pura estética. Como lo que se espera ver en los proyectos del programa del Cern.
Han pasado cien años desde que Ramón y Cajal nombrara a las neuronas como mariposas del alma, y todavía los científicos prefieren seguir llamándolas así, pese a que tienen su término científico. Comprensible al releer las conclusiones que iba publicando el Nobel, escritas de una forma tan metódica y lírica a la vez.
Por ejemplo, una de sus grandes recomendaciones: “Es preciso sacudir enérgicamente el bosque de las neuronas cerebrales adormecidas; es menester hacerlas vibrar con la emoción de lo nuevo e infundirles nobles y elevadas inquietudes”. Esta magnífica capacidad de observar y relacionar conceptos de la Naturaleza con lo que hay dentro de la cabeza de los seres humanos le dio, sin duda, una voz propia que hoy más que nunca invita a acercarse al conocimiento científico.
Son pocos los que logran observar el mundo en su conjunto y no solo quedarse con fragmentos. De ahí que valga tanto la pena fusionar arte y ciencia, intercambiar perspectivas y, parafraseando a Picasso, dejar que las musas nos encuentren trabajando