Llamémosla Claudia. Es una joven de 16 años, nacida en San Vicente del Caguán, en Caquetá. Es una de las adolescentes que sobrevivieron al bombardeo del 29 de agosto contra un campamento de las disidencias de las Farc en el que murieron 17 personas, 8 de ellas menores de edad entre los 12 y los 17 años. Hoy se desconoce su paradero.
Claudia perdió su brazo derecho y ahora huye porque tiene miedo. El mismo miedo que embarga a los niños que estudiaban en la escuela de la vereda Aguas Claras, en la región donde ocurrió el bombardeo. Por un caño que cruza cerca a la escuela, los niños vieron flotar durante varios días “los restos de cuerpos humanos: manos, pies, piel e incluso pelo”, dice un reporte de la Defensoría del Pueblo. De 27 estudiantes matriculados, únicamente seis regresaron a clases después del bombardeo.
La historia de Claudia fue revelada el 21 de octubre, casi dos meses después de la operación militar, durante un consejo extraordinario de seguridad en San Vicente del Caguán en el que el Ejército informó algunos pormenores del lamentable ataque al campamento guerrillero.
Según la revista Semana, la joven fue retenida por los militares a las cinco de la tarde del 20 de octubre en una carretera de la vereda El Edén del Tigre, en La Macarena, Meta, cuando viajaba con tres hombres que se transportaban en motocicletas. “Ninguno de ellos pudo contestar por qué a ella le faltaba el brazo derecho ni por qué, pese a la gravedad de la lesión, no había recibido atención médica. Solo coincidieron en que iban rumbo a una fiesta” dice la revista.
Los soldados la llevaron al hospital San Rafael, de San Vicente del Caguán, donde la entregaron a la Comisaria de Familia. Ese mismo día recibió atención médica y psicológica. Luego fue trasladada a un hogar sustituto del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Claudia dijo a los funcionarios que había perdido el brazo tres meses antes por un accidente en una moto. “La moto se fue a una cuneta, la llanta trasera quedó alzada, girando, porque el motor estaba encendido, y la cadena me cogió el brazo y lo mochó de una vez, todo, y lo volvió nada”.
También dijo que ella perdió el conocimiento y fue su mamá quien le contó cómo la trasladaron en un carro hasta San Vicente, donde la operaron. “Solo recuerdo que me dolía muchísimo, me aplicaron droga, suero, sangre y me hicieron curaciones”.
Claudia no admitió haber estado en el bombardeo ni hacer parte de ningún grupo guerrillero. Sin embargo, los médicos dijeron que el trauma en el que perdió su brazo muy probablemente era consecuencia de un hecho armado.
La joven permaneció en el hogar sustituto del ICBF unos 45 minutos y después huyó. “Tenía miedo”, dijo el personero de Puerto Rico, Caquetá, Herner Carreño: “Estos niños estaban retenidos en el campamento contra su voluntad, en calidad de secuestrados, sin armamento, en etapa de adoctrinamiento”.
Carreño también reveló que la primera alerta sobre el reclutamiento forzado la dieron los padres y las madres de las jóvenes. Ellos denunciaron que sus hijas menores estaban siendo obligadas a “planificar”, lo que suponía un sometimiento sexual impuesto por sus superiores en el grupo armado.
Lo mismo sucede con cientos de muchachas reclutadas por la fuerza en al menos 19 regiones del país. El Ejército ha recuperado a 179 menores de edad, como Claudia, en operativos armados y los ha entregado al Instituto de Bienestar Familiar.
Algunos políticos dicen que un menor de edad que esté en un campamento guerrillero es un guerrillero, aunque haya sido reclutado a la fuerza. Yo creo que es un menor de edad. Un niño. Una víctima más de la guerra. Como Claudia .