Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J.
El covid-19 es una pandemia que viene afectando la humanidad con graves consecuencias en todos los campos de la actividad. Es un mal grave de proporciones inimaginables, que ha puesto al ser humano y a las sociedades en una profunda situación de crisis.
La crisis individual y social originada por el covid-19 es tan profunda, que como todas las grandes crisis en la historia, obliga al ser social a reinventarse y a la comunidad a crear nuevas estrategias de convivencia. El coronavirus hace que el hombre deba replantear su forma de ser y de actuar como individuo y como miembro social, entre sus muchos efectos, por los siguientes:
1. Demostró que el ser humano no está preparado para una crisis de tales proporciones, obligándonos a ser imaginativos, generar nuevos sistemas de solidaridad y recuperar el valor supremo de lo simple: El cuidado de la persona en su vida y desarrollo integral, de los valores familiares y las bondades y riesgos de la convivencia. Ha originado un nuevo sentido de la solidaridad. Todos por igual, sin importar estrato social y económico, raza, religión, ideología, estamos ante un enemigo al cual hay que hacer frente común. Este mensaje es especialmente valioso para sociedades jóvenes como las nuestras. La angustia por la posible falta de alimentos y drogas y por el aislamiento social, ya se conocía por las viejas sociedades europeas y asiáticas, pero no tanto en las nuestras.
2. También ha servido la pandemia para evaluar a nivel interno y externo, el grado de desarrollo de los entes políticos para atender los retos de la modernidad. Los alcances reales de la Onu y de la OMS, su capacidad de reacción y de imposición. El funcionamiento de los órganos estatales. Por ejemplo, en Colombia, el Congreso funciona con fundamento en un reglamento, sin previsión alguna que permita adelantar procesos legislativos con los avances de la tecnología informática. Algo similar ocurre con la administración de justicia.
3. El coronavirus aceleró el tránsito hacia la implementación de la virtualidad en el trabajo y la educación, en su etapa inicial del teletrabajo y la teleconferencia. La virtualidad dividió “mentalmente” la humanidad en dos grupos: Los expertos en las nuevas tecnologías, quienes asumen los avances tecnológicos como un monopolio de su generación, con supuesto permiso moral para descalificar a quienes no son avezados en lo tecnológico (normalmente personas mayores). Por otra parte, encontramos un grupo de individuos, (los mismos mayores), en alto o menor grado, reacios a utilizar avances tecnológicos. Ni los unos, ni los otros. Lo que se está viviendo, con el inicio a la educación virtual y el teletrabajo, demuestra que los instrumentos virtuales no son tan complejos para que los mayores no los puedan asimilar y utilizar, ni para que los jóvenes los asuman como su patrimonio exclusivo. Todos podemos acceder a dichas herramientas, saber y aceptar que su uso es conveniente para todos y que la falta de voluntad es el único obstáculo para su utilización.