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El país que está más cerca del desastre demográfico es Corea del Sur, que tiene las tasa de natalidad más baja del mundo: 0,72, muy por debajo de los 2,1 niños que necesita para mantener a los 51 millones de habitantes que lo pueblan.
Por Lina María Múnera G.- muneralina66@gmail.com
Nada ilustra mejor la grave crisis demográfica a la que se enfrentan varios países asiáticos que la decisión tomada por uno de los mayores fabricantes de pañales desechables de Japón: detener la producción de artículos para bebés y centrarse exclusivamente en aquellos fabricados para ancianos. No hay demanda suficiente por parte de aquellos que comienzan el ciclo de la vida, mientras que quienes lo están finalizando son cada vez más.
Japón, un país cuya población es la más longeva del mundo, 84,45 años de media, y al que muchos miran con la esperanza de aprender sus secretos para una larga y sana vejez, se encuentra en mínimos históricos respecto a nacimientos. El año pasado nacieron 758.631 niños, que comparado con el más de millón y medio de muertos, deja la balanza totalmente desequilibrada.
Y no están solos en esta desventura. China, que pasó de la política de un solo hijo a promover las familias numerosas, no logra levantar cabeza con sus campañas. Los jóvenes chinos o bien retrasan su decisión o directamente no quieren convertirse ni en padres ni en madres de criatura alguna.
Pero indiscutiblemente el país que está más cerca del desastre demográfico es Corea del Sur, que tiene las tasa de natalidad más baja del mundo: 0,72, muy por debajo de los 2,1 niños que necesita para mantener a los 51 millones de habitantes que lo pueblan. Y la tendencia, en lugar de revertirse, se está agudizando. Baste saber que a principios de los años 70, hace nada, las mujeres tenían un promedio de cuatro hijos.
Las consecuencias, todos lo sabemos, traerán múltiples problemas económicos. Mayor gasto público para responder a la demanda de los sistemas sanitarios y las pensiones y escasez de mano de obra por el descenso de la población joven. Menos recolección de impuestos en un mundo lleno de ancianos que necesitarán más cuidados y que no contarán con un núcleo familiar que pueda darles apoyo.
Sin duda habrá que reorganizar las sociedades y aceptar la inmigración no como una posibilidad sino como una necesidad auténtica, mirando hacia países donde la población se multiplica, con mente abierta para recibir a personas que provienen de otras culturas y ganas de transmitir la esencia de las costumbres locales.
Eso sí, nunca con el desprecio con el que personajes como Trump se expresan de quienes quieren entrar a su país. No contento con todas las acusaciones y burlas con las que se refiere a quienes cruzan la frontera, esta semana se superó durante un acto de recaudación de fondos entre millonarios de Palm Beach. Con el chiste fácil y flojo que lo caracteriza lamentó que no inmigraran a Estados Unidos personas procedentes de “países agradables”, como Dinamarca, Suiza o Noruega, en lugar de países terribles que son un desastre, en particular los de América Latina. Así tal cual.
Si este criterio de selección se extendiera por los países asiáticos estarían irremediablemente condenados a la desaparición. Y las fábricas de pañales no tendrían ya cómo reinventarse.