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Por Lina Uribe - opinion@elcolombiano.com.co

El ecosistema de emprendimiento que soñamos empieza por casa

Medellín tiene una enorme ventaja: su tejido humano. Personas que creen en el poder de las ideas.

hace 1 hora
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  • El ecosistema de emprendimiento que soñamos empieza por casa

Por Lina Uribe - opinion@elcolombiano.com.co

A finales de cada año es común escuchar diagnósticos sobre el ecosistema de emprendimiento: cifras, rankings, comparaciones, programas nuevos, convocatorias, retos y oportunidades. Todo eso es importante, sin duda. Pero hay algo que he comprendido después de años acompañando emprendedores, escuchándolos y viéndolos crear, caer y levantarse: el ecosistema no se construye solo desde las instituciones; se construye desde la casa.

Y cuando digo “casa”, no hablo únicamente del hogar. Hablo del lugar más íntimo donde nace un emprendimiento: la decisión personal, la conversación que se da con un amigo, el sueño anotado en una libreta, el primer cliente conseguido por recomendación, la pregunta honesta que alguien se atreve a hacer en un café.
Ahí empieza todo. No en un escenario grande, sino en lo cotidiano.

Medellín tiene una enorme ventaja: su tejido humano. Personas que creen en el poder de las ideas, que comparten contactos sin pedir nada a cambio, que acompañan a otros en silencio, que invierten tiempo, conocimiento y energía en el proyecto de alguien más. Y esa cultura, más que los edificios, las aceleradoras o los programas, es lo que realmente sostiene este ecosistema.

Pero también debemos reconocer lo que nos está faltando. Nos hacemos fuertes en comunidad, pero a veces seguimos actuando como si emprender fuera una competencia. Celebramos la colaboración, pero aún hay miedo a compartir. Hablamos de confianza, pero nos cuesta pedir ayuda. Queremos que Medellín sea un referente global, pero todavía nos falta escucharnos con más humildad y menos prisa.

Si de verdad queremos un ecosistema robusto, resiliente y sostenible, el llamado no es solo a crear más empresas, es a fortalecer las relaciones que hacen posible que esas empresas existan. Necesitamos abrir más conversaciones honestas entre emprendedores, más espacios donde se pueda hablar de lo que duele y no solo de lo que brilla. Necesitamos líderes que entiendan que acompañar es tan importante como escalar, y organizaciones que midan su impacto no solo por cuántos programas ejecutan, sino por cuántas conexiones significativas generan.

También necesitamos que cada persona que hace parte del ecosistema, desde el emprendedor más joven hasta el ejecutivo más teso, asuma una responsabilidad sencilla, pero poderosa: cuidar la casa.

Recomendar a alguien. Escuchar sin juzgar.

Compartir una oportunidad.
Abrir una puerta.
Preguntar “¿cómo te ayudo?”.
Invitar a quien siempre está por fuera de la foto.
Reconocer que un emprendimiento no crece solo: crece porque alguien más se atrevió a creer.

Porque al final, el ecosistema que soñamos no es un destino; es una práctica diaria.
Y empieza ahí: en la casa que todos habitamos, en las personas que nos rodean, en las palabras que damos, en la red que decidimos tejer.

Mi deseo para el 2026 es claro: que Medellín siga siendo un lugar donde nazcan las ideas, pero sobre todo donde sostenerlas sea una tarea compartida.

Que cada emprendedor encuentre aliados, no solo espectadores. Que cada iniciativa encuentre manos que sumen, no voces que duden.

Y que sigamos creciendo, no en solitario, sino creciendo acompañados y en comunidad.

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Por Lina Uribe - opinion@elcolombiano.com.co

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