Por Asaari Bibang
redaccion@elcolombiano.com.co
La primera decisión consciente que tomé cuando mis problemas de ansiedad empezaron a rozar cotas preocupantes fue quitarme Instagram del móvil. Me di cuenta de que no me hacía ningún bien ver todas esas vidas aparentemente perfectas mientras sentía que la mía literalmente se desmoronaba.
Me recuerdo navegando por todos esos perfiles con looks perfectos, sonrisas perfectas, barquitos y desayunos con frutas tropicales atravesando mi orgullo y sintiendo algo que no era propio de mí: envidia. Con el tiempo te das cuenta de que hay mucho de mentira en toda esa verdad y la realidad de que el hecho de que algo reluzca no hace que sea oro.
“La fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagarla”, decían...