Crisis como la actual reduce las opciones de las personas y el acceso a facilidades que hemos construido durante siglos, que suelen ser inicialmente calificadas de forma peyorativa como “lujos”, pero como dice mi amigo Luis Guillermo Vélez Álvarez, son los que hacen progresar el mundo. La ausencia de dichas ventajas convertidas en costumbre por el tiempo, nos obligan a recurrir a opciones supuestamente muertas o que por el abandono al que las sometimos parecieran estarlo.
Placeres antiguos olvidados por el ritmo acelerado de la vida contemporánea o porque no ofrecen las sensaciones “extremas” ahora convertidas en adicción, están demostrando su condición de atemporales, así el goce que brindan sea sutil, como cocinar en casa; que, aunque temporalmente obligatorio, ha recuperado la condición de ser lo que era antes, el aglutinante más poderoso de la familia. Tener que preparar los alimentos, además de ser un reto al ingenio para intentar evitar la repetición del menú, es un placer colectivo no comprendido por los dinosaurios vivientes que al considerarse “machos alfa” creen que la cocina es un asunto exclusivamente femenino.
Un ejemplo de ello ha sido el retorno, y para algunos descubrimiento, de hornear en casa. Después de haberse desarrollado la industria del pan, incluso al extremo que hasta ya viene tajado, quién iba a pensar que en pleno siglo XXI resultase placentero volver a hacer pan y galletas. Aprovecho para agradecerle a mi amiga Margarita Matías por enviarme un exquisito pan con romero, y albahaca, que hizo en su casa.
No tengo los datos de Colombia, pero entiendo que por momentos se hizo difícil conseguir levadura y harina. En EE. UU., que miden todo y rápido, la venta de bicarbonato de sodio y cacao aumentó un 30 % y la de masa congelada de galletas creció un 424 % con respecto al año pasado. En Inglaterra la venta de harina y levadura, marzo con marzo del año anterior, creció un 647 %, tanto así que la siguiente historia del retorno de lo antiguo me pareció fascinante.
En el año 1016, durante el fugaz reinado de Edmund Ironside, fue construido a orillas del río Stour en el sureño condado de Dorset, un molino que reacondicionado en el siglo XVIII se convertiría en el Sturminster Newton Mill, el cual cerraría su producción comercial de harina en 1970 a causa de la competencia industrial. Pero ahora Pete Loosmore, nieto del molinero de esa época, ha tenido que volver a moler tiempo completo y dice orgullosamente: “el trabajo ha sido un placer”.
“los duelos, con pan son menos”, decía Sancho Panza. Y a propósito de esa parte del cuerpo, no sé si toda la ropa nos va a servir luego de este encierro pasado por harina, pero ¿no creen que es mejor que lo que invada sus casas sea el aroma del pan saliendo del horno y no el olor del hipoclorito de sodio o las noticias de muertos e infectados por el virus chino?.