Tuvimos el placer de compartir con Ángela Zapata, experta en marcas conscientes, en el programa Mujeres Líderes. Fue poderoso oírla y vivirla. Nos dio una charla sobre marca personal que para muchos representa la manera como nos vemos o queremos proyectarnos al mundo, el producto que queremos ser. Ángela, desde un amor profundo por lo que hace, da un giro y lo plantea como la huella que dejamos en el mundo y en los demás, aquello que nuestro nombre evoca.
Su charla me hizo pensar en la cotidianidad, donde es fácil perderse en las tareas y los afanes de cada día. Me hizo pensar en tantas veces que vivimos con una separación entre lo que somos y lo que hacemos, y me hizo un llamado urgente por cuidar la intención y la acción. Fue una poderosa reflexión en una semana en la que necesitaba preguntarme con más fuerza sobre la huella que dejo en los demás.
Hace unos años las prácticas empresariales y los liderazgos que se imponían requerían llevar muchas máscaras, requerían evocar siempre la perfección y la autoridad. Bien parece ser, y me alegra, que lo que hoy necesitamos es una mayor sincronía entre quienes somos y lo que hacemos: mostrarnos tal como somos, no ser muchas marialuisas, sino una sola. La autenticidad se cotiza al alza; la capacidad de mostrarnos vulnerables, el actuar a conciencia, también.
Es así como logramos que luego de semanas intensas queden aprendizajes, pero también queden sonrisas y conexiones genuinas. Es así como podemos apreciar la pregunta inesperada que nos hace pensar y repensar, los momentos que nos enseñan y nos hacen humildes. Es en esa humildad que nos desprendemos del ego y nos damos cuenta de que se necesita de cariño para reinventarnos, que es desde el amor desde donde se encuentran las soluciones a los problemas.
La huella es precisamente eso; en palabras de Ángela, “la gestión consciente a lo que sale de ti”. Gracias a ello, esta semana recojo muchas cosas que me han marcado, aliados que se sienten orgullosos de lo que hemos logrado, la dulzura y contundencia de aprender a respirar mejor, la capacidad de levantar la mano del equipo cuando hay temor o duda, la apertura para hablar de cosas difíciles con líderes y mentores sabiéndote en un lugar seguro, la energía para enfrentarse a conversaciones valientes, las lágrimas de miedo y de felicidad.
Desde esta autenticidad podemos reconocer la importancia de construir con amor en todos los ámbitos, para sobreponernos a momentos de tensión. Desde la autenticidad creamos valor y generamos finalmente soluciones creativas. Y como me enseñaron en una reunión: que no solo estemos en la mente de las personas, sino también en sus corazones.
Que tengamos el coraje de hacernos conscientes de la huella que dejamos, y la paciencia y el amor propio para corregir lo que no nos guste de ella