Hace un año, Yusra Mardini huyó de Siria y abordó un bote para cruzar el Mediterráneo junto con 30 refugiados más. Media hora después, el motor se apagó. Con la ayuda de los pasajeros que sabían nadar, ella tuvo que empujar la embarcación durante tres horas hasta tocar tierra en una isla griega. “Hubiera sido una vergüenza morir ahogada si se supone que soy nadadora”, dijo a los funcionarios de la ONU que los ayudaron a salvarse.
A los 28 años, la yudoca Yolande Mabika ya no se acuerda de los rostros de sus familiares. Tuvo que separarse de ellos cuando tenía 10 años. Popole Misenga, su compañera de 24 años, perdió a su madre en la guerra y no ve a su familia hace 18 años. Las dos pasaron su infancia en un centro para niños refugiados en Kinsasa,...